CAPÍTULO
7, 49-50
SOBRE
LA HUMILDAD
El sexto grado de
humildad es que el monje se sienta contento con todo lo que es más vil y
abyecto y que se considere a sí mismo como un obrero malo e indigno para todo
cuanto se le manda, 50diciéndose interiormente con el profeta: «Fui reducido a
la nada sin saber por qué; he venido a ser como un jumento en tu presencia,
pero yo siempre estaré contigo».
La clave de este capítulo está en la idea
de “contentarse”.
No contentarse con
lo que tenemos, con que Dios nos da, en definitiva, es fuente de problemas. En
primer lugar, para nosotros mismos, y para los demás. San Benito, de hecho, a
lo largo de la Regla nos dice que es bueno contentarnos con lo que tenemos,
cuando hace referencia a múltiples aspectos de nuestra vida: la comida y bebida
con medida, el orden de la comunidad, no defender a otros… Nos propone un
equilibrio entre lo que podemos desear, pues desear no dejaremos nunca de
hacerlo, y lo que podemos tener. Ciertamente, no es suficiente con decir que no
podemos tener nada propio, o que debemos confiar en el abad o los decanos que
es aceptar la voluntad de Dios, pero es preciso que la conversión de costumbres
llegue al fondo del corazón.
San Benito ve
claro que el origen del descontento viene a estar en como nos vemos, como nos
consideramos. Si seguimos su consejo, si nos tenemos por indignos e inhábiles,
entonces nos será más fácil percibir la gracia de Dios en cualquier aspecto que
nos propongan. Por el contrario, si
llenos de orgullo, creemos que todos están obligados hacia nosotros, siempre
nos parecerá que están en deuda con nosotros, que nos se nos reconoce nuestra
valía, nuestras virtudes… San Benito nos viene a hablar en este capítulo de una
actitud vital, de una manera de ser, de conformar nuestro carácter al siervo
humilde que es Cristo.
Podríamos recoger
pequeños detalles de la vida cotidiana que afectan a este grado de humildad.
Pequeñas cosas, detalles, que viene a poner de relieve un trasfondo no tan
pequeño. Por ejemplo, hace unos años un abad general comentaba que al servirnos
la mesa alguno debía de recoger aquella porción de la bandeja que nos queda más
cerca, o sea no coger la parte mejor para mí, y menos protestar si no me llega
bien lo que yo quiero, pues eso no es contentarse con lo que hay. Parece una
nadería, pero pone de relieve una actitud interior. Y a ciertas actitudes de
estas corresponde una actitud de fondo de superioridad, de orgullo que no nos
ayuda, y que incluso nos puede llevar al ridículo. O podríamos considerar el
pensar mal de un hermano porque ha dejado la ventana abierta o una puerta
cerrada con llave… por molestarme. Toda una serie de detalles que ponen de
relieve el rechazo egoísta, al no contentarme con lo que hay.
Además, podríamos
considerar otro elemento importante: no
hay un único pensamiento, una sola manera de hacer; una comunidad, y en esto
está su riqueza y su dificultad en una vida comunitaria es que viene a ser diversa
multipersonal.
Lo que nos debe
interesar y preocupar es que lo fundamental nos una, y mirar de hacerlo lo
mejor posible en beneficio de todos. Y esto es buscar a Dios, ser fieles al
Oficio, al trabajo, olvidarnos de las palabras ociosas, no contristar a los
hermanos… No somos perfectos sino perfectibles, de aquí el consejo de san
Benito de considerarnos inhábiles e indignos. No en lo que no debemos
contentarnos es en permanecer como estamos, sino desear progresar hacia Cristo,
nuestro modelo. Ser cada día más fieles, fervientes, sin detenernos en el
camino, que es propio de la vida monástica.
Este grado y toda
la escala de la humildad la comenta san Bernardo que lo considera, en su
defecto, como la arrogancia, así como el séptimo que considera como la
presunción, y que no da el marco, origen y fuente del descontento
.
Es algo que
también comenta otro monje en otro sermón:
“Menosprecia
tu vida a causa del Señor… Considérate pecador si quieres llegar a ser justo.
Sé humilde en tu sabiduría, y no te vanaglories de tu saber. (Sentencias y
relatos de los Padres, Juan Mosco, monje)
No contristar a los hermanos, pide san Benito
de manera explícita a los enfermos en relación con quienes les cuidan.
La idea, en
principio, es válida para todos porque nace del descontento hacia nosotros
mismos. Evidente, ha de haber diferencia, pero teniendo en cuenta siempre, al
más débil, al que necesita más. No quiere resignarnos, sino gozar, agradecer lo
que tenemos, no sentirnos satisfechos con lo que tenemos o nos falta… Una buena
ocasión de reflexión la tenemos siempre en el libro de Job. Nos puede poner en
un buen sendero en nuestra ruta hacia Cristo.
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