PRÓLOGO
Pról
1-7
Escucha, hijo, estos
preceptos de un maestro, aguza el oído de tu corazón, acoge con gusto esta
exhortación de un padre entrañable y ponla en práctica, 2 para que por tu
obediencia laboriosa retornes a Dios, del que te habías alejado por tu
indolente desobediencia. 3A ti, pues, se dirigen estas mis palabras,
quienquiera que seas, si es que te has decidido a renunciar a tus propias
voluntades y esgrimes las potentísimas y gloriosas armas de la obediencia para
servir al verdadero rey, Cristo el Señor. 4Ante todo, cuando te dispones a
realizar cualquier obra buena, pídele con oración muy insistente y apremiante
que él la lleve a término, 5 para que, por haberse dignado contarnos ya en el
número de sus hijos, jamás se vea obligado a afligirse por nuestras malas acciones.
6 Porque, efectivamente, en todo momento hemos de estar a punto para servirle
en la obediencia con los dones que ha depositado en nosotros, de manera que no
sólo no llegue a desheredarnos algún día como padre airado, a pesar de ser sus
hijos, 7 sino que ni como señor temible, encolerizado por nuestras maldades,
nos entregue al castigo eterno por ser unos siervos miserables empeñados en no
seguirle a su gloria.
“Rueda el mundo y
vuelve al Born” (Plaza popular de Barcelona)
Es un refrán catalán que significa que es bueno tener inquietudes por
ver y conocer cosas nuevas, pero que finalmente acabaremos por volver a casa
con los nuestros… Cuatro veces al año
volvemos a comenzar la lectura de la Regla, texto que nos resulta de lo más
familiar, pero que, como enseña san Benito, no es suficiente su lectura, sino
dispone el oído a lo que espera de nosotros el Maestro, que para san Benito es
el mismo Cristo que nos invita a vivir los consejos evangélicos.
San Benito se nos
dirige partiendo de tres premisas: para escuchar hemos de renunciar a nuestros
propios deseos, militar para el Señor y tomar las fuertes y espléndidas armas
de la obediencia. Un compromiso que manifiesta la firme voluntad de volver por
la obediencia a Aquel de quien nos habíamos apartado por la desobediencia.
Nos quiere dejar con
claridad que en la vida hay dos caminos: uno que nos lleva hacia Dios y otro
que nos aleja de Él, y nos lleva al infierno. Pero no padecemos por escoger el
camino correcto y mantenernos firmes en nuestra decisión ya que tenemos la
ayuda inigualable del Señor. Por esto, necesitamos orar para obtener esta ayuda
para el camino. La plegaria es compañera de camino imprescindible para avanzar
y tener la garantía de avanzar con firmeza y diligencia, por el camino de los mandamientos
hacia la gloria.” La plegaria, nos dice san Juan Crisóstomo, es el bien
supremo, que consiste en un diálogo con Dios y es equivalente a una unión
íntima con Él.” (Cfr Homilía 6, sobre la oración)
San Benito subraya con
la primera palabra de la Regla la receptividad que debemos tener a lo largo de
nuestra vida. La escucha siempre ocupa un lugar preferente en nuestra vida,
para actuar de acuerdo a lo escuchado.
Hay una deferencia
fundamental entre escuchar y sentir.
Sentimos muchas cosas a lo largo del día, pero la escucha tiene una
dimensión más profunda, que es la de estar atento a aquello que es fundamental
para nuestra vida.
San Benito nos quiere
como oyentes de la Palabra, oyentes atentos, pues solamente la escucha lleva a
la obediencia. Si hemos de estar atentos para obedecer, es preciso estar
siempre atentos en la escucha. Y si debemos y queremos escuchar es preciso
crear unas condiciones aptas para la escucha. Algo parecido a lo que sucede en
un teatro, que al empezar se apagan las luces, se hace silencio y se ilumina la
escena para que se esté atento a lo que hablan los actores. Pues si
consideramos que cuando se trata de escuchar la Palabra del Señor la actitud de
escuchar es más trascendente, pues, en este caso, el argumento de la obra fa
referencia a nuestra vida, a nuestra propia salvación.
Nuestro camino
monástico debe estar marcado por la escucha. La Lectio Divina es un momento
privilegiado para esta escucha. Lo mismo que la Liturgia. Dos momentos fuertes
de escucha, que precisan de evitar las distracciones. Pues si precisamos de
escuchar, dice Aquinata Bockmann es porque Dios nos habla, y cuando Él habla no
debe haber otra actitud que la de una escucha atenta.
Dom Delatte escribe que
hay otras reglas con un carácter más impersonal, que tienen un matiz más
legislativo, son más secas, pero san Benito desde la primera palabra, ya nos
quiere poner en contacto directo con el mismo Señor.
No es fácil mantener la
escucha atenta, es preciso ejercitarse, practicarla, pero perseverando en la
búsqueda de Aquel que se ha dignado contarnos en el número de sus hijos, y al
que no debemos contristar nunca con nuestras malas obras. Sabiendo, por otra
parte, lo fácil que es deslizarse hacia las malas obras, en el placer
momentáneo de una distracción o disipación, que nos aleja de nuestra
centralidad en Cristo.
Hemos sido hechos hijos
de Dios por el bautismo, nos recuerda san Benito, pero esto no nos da la
garantía total, pues con el bautismo y la profesión monástica se nos abren las
puestas de una relación con Dios, con su Palabra, sus Sacramentos… pero
precisamos de una relación personal. De aquí la necesidad de una escucha
activa, de plegaria y de obediencia, a fin de no irritar al Señor.
Hoy iniciamos una nueva
lectura de la Regla, que son cuatro veces al año. Empezamos con esta invitación
a una actitud de escucha. Pongamos atención, seamos puntuales para llegar a su
lectura. Este momento, no es un momento secundario de nuestra jornada, sino más
bien un momento de serenarnos, de recoger el día en un momento de paz…
San Benito nos habla de mantener la oreja
atenta, no solo a lo que él nos dice, que ya es importante, sino de mantenerla
a lo que nos quiere decir el Señor. Como decía el Papa Benedicto XVI el 9 de
Julio de 2008: “Hoy buscando el verdadero progreso, escuchamos también la
Regla de san Benito como una luz que nos guía en nuestro camino. El monje
grande continúa siendo un verdadero maestro en la escuela donde podemos
aprender a ser expertos en un verdadero humanismo”.