CAPÍTULO 48,14-25
EL
TRABAJO MANUAL DE CADA DIA:
LOS
DIAS DE CUARESMA
Esta semana
escuchábamos la parábola de las vírgenes prudentes y necias, o de las mujeres
sensatas e insensatas. La espera del Esposo como objetivo, y la necesidad de
prepararnos para su llegada. La lectura espiritual puede venir a ser para
nosotros como el aceite de la lámpara de nuestra fe. Debemos procurar tener en
todo momento la lámpara de nuestra fe bien provista de aceite. La lectura de la
que nos habla san Benito, es importante hacerla de modo continuo, cada día, de
manera que la lámpara esté siempre a punto. No es bueno esperar al último
momento.
¿Cuál debe ser nuestra
lectura? En primer lugar, la Palabra de Dios, el contacto personal con Dios a
través de su Palabra. Pero para mantener la luz de nuestra fe nos puede ayudar
también el Magisterio de la Iglesia y los Padres. No se trata solo de
formarnos, que también es necesario, sino de buscar, de leer lo que nos ayude a
ser mejores.
Escribe un autor
espiritual:
“Ya
que has ingresado en un monasterio no debes tener nada en común con el estudio
de aquellos que en nuestro tiempo se dedican en la soledad a estudiar lenguas,
ni con los que investigan las argucias de los filósofos, o los temas espinosos
de los teólogos. Tú, busca, lee, ocúpate únicamente de aquellas lecturas que te
ayuden a ser mejor” (Cartas de acompañamiento espiritual, 11)
La lectura debe ser
para nuestro provecho y crecimiento espiritual. De aquí el interés de san
Benito en que no despreciemos esta actividad, y su insistencia en que haya
varios ancianos para vigilar y evitar en los monjes la pereza o dejadez, pues la
pereza además de ser enemiga del alma, es fuente de murmuración, que debe estar
siempre desterrada de una vida comunitaria.
La Lectio Divina es el
método, la oportunidad que nos ofrece la vida monástica para apropiarnos la
Palabra de Dios. Algún autor afirma que la Lectio “acontece” más que “se hace”,
porque es una lectura divina, un encuentro entre la Palabra divina y el
interior del hombre, por lo cual es preciso afrontarla con la disposición de
acoger una Presencia, que, quizás, no siempre satisface nuestro oído, sino al
contrario, nos interpela al venir de Dios.
De aquí que también en
esto nos ayudan el Magisterio y las obras de los Padres. El Concilio Vaticano
II subrayó de manera especial que la Escritura nos reafirma en la Tradición, en
el Magisterio y en la reflexión de los autores que a lo largo de los siglos
configuran lo que viene a ser una Tradición viva. El Concilio no quiso
contraponer la “sola Escritura” de la Reforma, sino destacar que su lectura, su
interpretación, su estudio, a lo largo de los siglos, nos ayuda a comprender el
sentido mismo de la Palabra de Dios. La Tradición viene a ser, de este modo,
una riqueza incorporada, no opuesta, una ayuda complementaria para apropiarnos
la Palabra.
El Papa Benedicto XVI
lo resumía diciendo que “Escritura y Tradición. Escritura y anuncio
apostólico, como claves de lectura, se unen, se funden, para formar un
“fundamento firme puesto por Dios” (2Tim 2,19). El anuncio apostólico, es decir
la Tradición, es necesario para introducirnos en la comprensión de la
Escritura, y captar a través de ella la voz de Cristo” (Audiencia General de 28
de Enero de 2009)
Como nos dice san
Benito: “qué página o qué palabra de autoridad divina del Antiguo y del
Nuevo testamento, no es una norma rectísima para la vida humana? O bien ¿qué libro de los Santos Padres
Católicos no nos hace sentir insistentemente cómo debemos correr para llegar
derechos a nuestro Creador? (RB 73,3-4)
Tenemos dos espacios a
lo largo de la jornada dedicados a la lectura. Dando primacía a la Palabra,
podemos dedicar tiempo a esta Tradición siempre enriquecedora y siempre nueva.
Evitemos la negligencia, la pereza o la ociosidad, destinando más tiempo a
proveer de aceite nuestras lámparas. No
sea que el Esposo llegue cuando estemos pensando si mañana dedicaré tiempo a
leer, y dejamos languidecer nuestras lámparas.
Un Esposo que no puede ser otro que Jesucristo. Ninguna creatura vamos a
encontrar con la perfección e interés que la que nos muestra Jesucristo, para
llevarnos mediante el contacto con su Palabra al horizonte hacia donde se
endereza nuestra existencia.
El mismo autor
espiritual citado antes, añade: “Cualquier cosa que leas, léela con la
intención de aprender lo que es necesario, o bien porque te conviene para la
compunción y devoción. Por ello, en todo te debes proponer como finalidad la
gloria de Dios, no sea que pensando solo en ti mismo, al salir más sabio de tus
estudios, busques o desees, algo caduco, como honores, cargos, fama… Lee, pues
con simplicidad, es decir solamente para crecer en el conocimiento y en el amor
de Dios”. (Cartas de acompañamiento espiritual, 11)
No hay comentarios:
Publicar un comentario