CAPÍTULO
54
SI EL
MONJE HA DE RECIBIR CARTAS
O
CUALQUIER OTRA COSA
Al monje no le está permitido
de ninguna manera recibir, ni de sus padres, ni de cualquier otra persona, ni
de entre los monjes mismos, cartas, eulogias, ni otro obsequio cualquiera, sin
autorización del abad. 2 Y ni aunque sean sus padres quienes le envían alguna
cosa, se atreverá a recibirla sin haberlo puesto antes en conocimiento del
abad. 'Pero, aun cuando disponga que se acepte, podrá el abad entregarla a
quien desee. 3 No se contriste por ello el hermano a quien había sido dirigida,
para no dejar resquicio el diablo. 4 Y el que se atreviere a proceder de otro
modo, sea sometido a sanción de regla.
En los
capítulos 33 y 34 de la Regla, san Benito trata de si los monjes han de tener
algo propio, y que deben recibir todas las cosas necesarias para realizar las
tareas encomendadas. En los capítulos 31 y 32, sobre el mayordomo y las
herramientas del monasterio, habla del carácter comunitario de todo lo que
posee la comunidad.
San
Benito habla de la propiedad, como un vicio en el que unos hombres a quienes no
les es lícito hacer lo que quieren, deben mirar de no caer. En este capítulo
podríamos decir que hace referencia a las fuentes de financiación, a la manera
como un monje puede obtener estos objetos para su uso personal, que no está
autorizado a recibir. Sabe que la familia puede ser una fuente de
suministración habitual, también los amigos del monje o de la casa. Los
regalos, cartas, “eulogias” y pequeños obsequios de los que habla san Benito
pueden venir espontáneamente, o porque se habían pedido. Sucede en ocasiones,
la ofrenda con aquello de “dime lo que te falta y te lo traigo”, con toda la
buena intención, pero no conveniente.
San
Benito dice de no recibir ni siquiera “eulogias”, una palabra un tanto extraña.
La palabra “eulogia” tiene un uso especial en relación a la vida monástica, ya
que san Benito prohíbe recibir “cartas, “eulogias”, o cualquiera otro pequeño
don”, sin permiso del abad. Aquí la
palabra “eulogia” se puede emplear en sentido original como “pan bendito”, era
un pan bendecido habitualmente en las Vísperas de rito oriental. Ahora tiene un
significado más amplio, y designar cualquier tipo de regalo.
Era
costumbre en los monasterios distribuir en el refectorio, después de Misa, las “eulogias”
o panes bendecidos en las Vísperas. San Benito quizás se refiere aquí, por
extensión, a recibir comida de fuera por parte de los monjes. Entonces, para no
acomodar la Regla a nuestra conveniencia nos indica de entregar lo recibido al
abad, para que éste lo dé o lo destine a lo que crea mejor.
En
lenguaje monástico, de hace unos años, estas “eulogias” y pequeños obsequios se
llamaban de consolación, un término para justificar saltarse algo de lo que la
Regla establece y considerarlo como una compensación justificada, se supone,
por algunos servicios prestados haciendo acepción de personas.
San
Benito también nos habla de no aceptar o dar cartas sin autorización del abad. Esto
estuvo en vigor muchos años, una especie de censura que hoy nos parece fuera de
lugar; era fruto de una especie de control del monje con el exterior. De hecho,
la carta va perdiendo su uso, pero, en cambio, disponemos de los correos
electrónicos.
Pocos
monasterios disponen de conexión a internet desde las celdas; la mayoría
disponen de unas salas con unos ordenadores comunes, que es necesario conectar
a la red, o si es un trabajo personal se hace sin conexión a internet. Aquí se
ha ido estableciendo de otra manera, pero esto no debe suponer una dependencia
del exterior. Internet tiene muchas ventajas, pero también muchos peligros, por
lo que también se han limitado las horas de conexión a la red, ya que, si san
Benito habla en el capítulo 42 de la Regla del silencio nocturno, no se debe
limitar a un silencio vocal, sino también virtual, pues este silencio es para
propiciar el reposo y asimilar lo vivido en la jornada. Puede ser bueno acceder
a internet en determinados momentos del día, y esto nos puede ayudar en nuestro
trabajo, todo siempre con medida. Pues desmedida será utilizarlas con una
finalidad ajena a nuestra vida.
Esta
podría ser hoy, una lectura actualizada de la prevención de san Benito sobre
que los monjes manden o reciban cartas; no se trata de aislarnos, sino de
moderar la comunicación para no perturbar nuestra vida, y venir a sustituir la
búsqueda de Cristo por la búsqueda de compensaciones humanas.
Escribe
Aquinata Bockmann que estas medidas tienen por finalidad preservar la distancia
con el mundo y que nos conviene estar atentos a que estas cosas no supongan una
tentación, ya que el verdadero intercambio se ha de basar en el respeto y la
paciencia mutuos, porque hemos elegido libremente un tipo de comunidad y un
género de vida basado en la simplicidad.
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