lunes, 5 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 50 LOS HERMANOS QUE TRABAJAN LEJOS DEL ORATORIO O ESTÁN DE VIAJE



Capítulo 50

LOS HERMANOS QUE TRABAJAN LEJOS DEL ORATORIO O ESTÁN DE VIAJE

Los hermanos que trabajan muy lejos y no pueden acudir al oratorio a las horas debidas, 2 si el abad comprueba que es así en realidad, 3 celebren el oficio divino en el mismo lugar donde trabajan, arrodillándose con todo respeto delante de Dios. 4 Igualmente, los que son enviados de viaje, no omitan el rezo de las horas prescritas, sino que las celebrarán como les sea posible, y no sean negligentes en cumplir esta tarea de su prestación.

Con el Oficio Divino cumplimos una obligación; estamos delante de Dios en nombre de toda la Iglesia, como afirma la Constitución Sacrosantum Concilium, del Concilio Vaticano II.
Este capítulo es el primero de tres donde san Benito nos habla de la plegaria.
Siempre somos monjes en el monasterio, tanto en el oratorio, como en la celda o en el trabajo; también fuera del monasterio, de viaje o en vacaciones...  Nuestro centro siempre es Cristo, objetivo de nuestra vida, y nunca hacemos “vacaciones de Dios” (Montserrat Viñas).

La Declaración de nuestra Orden sobre la vida cisterciense del año 2000 nos recuerda:

“la renovación de nuestra vida religiosa debe abrazar el conjunto de la vida, por lo cual debemos  considerar todos los elementos que la constituyen, dando a cada parte su propia importancia. Sería completamente falso ensalzar algunos aspectos de nuestra vida, como si estuvieran en ellos la esencia de la vida cisterciense, y menospreciar otros como meras añadiduras, o incluso como obstáculos para vivir la vida monástica. Pues nosotros somos y hemos de ser cistercienses en todo momento de nuestra vida, no sólo cuando nos reunimos para la plegaria, o practicamos las observancias comunitarias, sino también en el estudio, en el trabajo, en el ministerio sacerdotal, en la oración privada, cuando servimos a los demás en sus necesidades, y todo aquello que hacemos”. (nº 12)

Orar es una necesidad para nosotros, no lo hacemos por obligación, es un derecho que convertimos con gusto en deber. Es algo a tener presente. Cuando algo nos impide asistir a la plegaria comunitaria debe ser por una fuerza mayor, ya que es una prioridad. No obstante  puede suceder que en ocasiones sea difícil conciliar la plegaria  con el ritmo de la vida, considerando que nuestro horario se mueve por criterios diversos del mundo que nos rodea.  Pero debemos priorizar la plegaria, y cuando estamos fuera del monasterio no debemos olvidar que somos monjes, y será preciso encontrar un tiempo para nuestra plegaria, que siempre será una alabanza al Señor y, además, en comunión con la que hace la comunidad en el monasterio. No debemos olvidar que estamos llamados a vivir una vocación profundamente espiritual, y que nos es imprescindible el contacto asiduo con la Palabra.

El Oficio Divino está estrechamente unido con el servicio del monje. El monaquismo cisterciense, en su origen tiene la voluntad de volver a una mayor fidelidad a la Regla, donde la plegaria comunitaria y personal, el trabajo y la lectura divina tienen un papel central. Desde los primeros cistercienses la plegaria ha sido el corazón de la vida del monje. Algo a lo que podemos ni debemos renunciar.
San Benito nos presenta en este capítulo una posible conflictividad entre el trabajo y la plegaria. La respuesta es que no debemos anteponer nada al Oficio  Divino. No obstante puede haber ocasiones, como acompañar a un monje enfermo al médico, atención a un enfermo, en que no se puede asistir. Conviene  no perder el sentido de nuestra vocación, y buscar el momento más oportuno para suplir esa falta de asistencia a la plegaria comunitaria, y llevar a cabo, bien de manera individual, o juntamente con quienes nos acompañan en ese momento.

“Para mantener vivo nuestro deseo de Dios hemos de apartar en ciertos momentos  nuestra mente de las preocupaciones  y asuntos que nos distraen, y amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal;  no sea que nuestro deseo se debilite y se vuelva frío, y al no renovar con frecuencia el fervor, llegue a extinguirse por completo” (San Agustín, Carta 130, a Proba)

Además la plegaria tiene un sentido profundo de comunidad. El ideal del monje se mantiene constante, y, si bien en un contexto de vida común esta oración continua está marcada por los momentos de plegaria común con el resto de la comunidad, esta dimensión no debe faltar en los impedidos de estar presentes en la comunidad a la hora de la plegaria.
Hoy se pide a los profesos solemnes, y todavía más a los ordenados recitar el Oficio en privado,  si no se puede participar en el coro. No debe ser una obligación legal, sino una llamada a vivir en comunión nuestra responsabilidad de  la plegaria, aunque no sea en el mismo tiempo y espacio. Comentaba el Papa Benedicto XVI:

“La oración que es abertura y elevación del corazón a Dios se convierte así en una relación personal con él y aunque el hombre se olvide de su Creador, el Dios vivo  y verdadero no deja de tomar la iniciativa llamando al hombre al misterioso encuentro de la oración. Como afirma el catecismo: Esta iniciativa del amor del Dios fiel es siempre lo primero en la plegaria; la iniciativa del hombre es la respuesta. A media que  Dios se revela y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como una llamada recíproca, un profundo acontecimiento de alianza. A través de palabras y acciones tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Es algo que se revela a  través de toda la historia de la salvación” (Audiencia General, 11, Mayo 2011)

Cuando no podemos estar presentes en el Oficio  Divino del coro, bien porque una tarea comunitaria ineludible lo impide o porque una enfermedad lo impide, o porque estamos de viaje, es preciso, pues, esforzarnos por continuar en nuestra fidelidad a nuestra vocación de plegaria, y por  otro lado  en nuestra solidaridad con la comunidad. Por ello es  bueno mantenernos unidos, no solo con el pensamiento sino mediante la plegaria en un tiempo y espacio que nos ayuden a profundizar nuestra relación con Dios. Pero sobre todo si estamos en el monasterio o si hemos salido, hacer lo posible por  estar presente en el momento de la plegaria comunitaria.

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