domingo, 13 de febrero de 2022

CAPÍTULO 40, LA RACIÓN DE BEBIDA

 

CAPÍTULO 40

LA RACIÓN DE BEBIDA

Cada cual tiene de Dios un don particular, uno de una manera y otro de otra (1ª Cor 7,7); 2 por eso, con algún escrúpulo fijamos para otros la medida del sustento; 3 sin embargo, considerando la flaqueza de los débiles, creemos que basta a cada cual una hemina de vino al día. 4 Pero aquellos a quienes da Dios el poder de abstenerse, sepan que tendrán especial galardón. 5Mas si la necesidad del lugar, o el trabajo, o el calor del estío exigieren más, esté ello a la discreción del superior, procurando que jamás se dé lugar a la saciedad o a la embriaguez. 6Aunque leemos que el vino es en absoluto impropio de monjes, sin embargo, como en nuestros tiempos no se les puede convencer de ello, convengamos siquiera en no beber hasta la saciedad, sino con moderación: 7 porque el vino hace apostatar aun a los sabios (Si 19,2). 8No obstante, donde las condiciones del lugar no permitan adquirir siquiera la sobredicha medida, sino mucho menos o nada absolutamente, bendigan a Dios los que allí viven y no murmuren; 9 advertimos sobre todo: que eviten a todo trance la murmuración.

Los capítulos 30 y 40 de la Regla forman un díptico en el apartado que san Benito dedica a la comida… ¿Cómo? ¿Cuándo?, ¿Qué hay escuchar durante las comidas?...

Como a lo largo de toda la Regla encontramos aquí dos principios básicos: la medida y el igualitarismo asimétrico, en este casi referido a los ancianos, enfermos e infantes. Principios ya evidentes en el apóstol san Pablo:

“Querría que todos fueran como yo, pero cada uno ha recibido de Dios su propio don: unos, éste; los otros, otro”…(1Cor 7,7)

San Benito se siente escrupuloso por haber dado una instrucción demasiado concreta; tiene muy presente la flaqueza humana, o la que imponen las circunstancias (trabajo pesado, condiciones del lugar, meteorología…), pero no renuncia a lo máximo, que sería en este caso prescindir del vino, y marca el mínimo de no llegar a la saciedad o embriaguez.

“Veo que, a menudo, estás enfermo: no bebas agua sola; con un poco de vino te ayudará a hacer la digestión” (1Tim 5,23)

Este breve texto de Pablo a Timoteo nos remite a l mesura que recomienda san Benito. Éste habla en el capítulo 38 del agua mezclada con vino como remedio para evitar el cansancio del lector de semana en el refectorio.

En esta línea escribe san Agustín:

“En el caso que una enfermedad de estómago impida beber agua, ¿no sería más honesto utilizar con moderación el vino acostumbrado que buscar otros licores, no para menospreciar una bebida más pura, sino para no menospreciar la más frugal”? (Sermón 210, sobre el ayuno cuaresmal).

La Regla no contempla positivamente el consumo de vino, pero entiende que no siempre se puede entender, y que en determinadas circunstancias y lugares se puede consentir, pero con medida.

Dice Jesús a sus discípulos:

“Vosotros, estad alertas: que el exceso de comida o la embriaguez, o las preocupaciones de la vida no ahoguen vuestro corazón” (Lc 21,34)

San Benito condena el exceso, en todo aquello que va más allá de lo necesario para vivir, sea comida, bebida, ropa o herramientas.

Pero quizás deberíamos preguntarnos la razón de que un monje, religioso, sacerdote… caiga en el exceso. Podríamos limitarnos a decir que por vicio, y en algún caso es posible, pero cuando se busca un “consuelo” es que alguna cosa de nuestra vida espiritual no funciona bien, y  no funciona por negligencia de algún aspecto de nuestra vida: Oficio Divino, Lectio, trabajo…Cuando no nos sentimos satisfechos, cuando no estaos espiritualmente bien, muchas cosas hasta entonces secundarias adquieren una importancia principal que viene a causas la preocupación, pues solamente Cristo debe ser el centro, y su imagen reflejada en los hermanos.

Escribe el Apóstol:

“Su fin será la perdición, su dios es el vientre, y ponen su gloria en las partes vergonzosas. Todo lo que aprecian son las cisas terrenales”.  (Flp 3,19)

Cuando nuestro centro es Cristo y no las cosas terrenales. Si, por ejemplo, lo que se sirve en el refectorio cobra un interés más grande que otras más importantes, es que algo no funciona en nuestra vida monástica, y llegar al límite en la comida y en la bebida como consolación de nuestra vida deficitaria en el terreno espiritual sería una desviación llevada al límite. Sin embargo, pasa como en la vida de los laicos, que al caer en excesos puede deberse a un déficit sentimental, o trabajo hecho a disgusto, una situación familiar difícil… que en un momento pueden parecer centrales, pero que en realidad son circunstanciales, y que en todo caso deberíamos confiar más en el Señor, poniendo también de nuestra parte para situar la situación.

“Habéis pasado tiempo cumpliendo la voluntad de los paganos, y viviendo en medio de libertinajes, pasiones, embriagueces, orgías, borracheras e idolatrías abominables. Ahora, ellos encuentran extraño que no vayáis a su lado para orgías sin freno, y no paran de injuriaros” (1Pe 4,3-4)

 Escribe san Pedro. Y parece que todo debía quedar fuera cuando entramos al monasterio. No es así y muchos de estos peligros nos asediaran, y será preciso seguir luchando.

Se dice que cuando Juan Pablo II empezaba a tener problemas graves de salud y le pedían que bajara el ritmo de su actividad y se preocupara de su santidad, respondía que nunca de preocuparse por ella. Una simple anécdota que nos muestra que nunca debemos aflojar la lucha por la santidad, por la salud de la vida espiritual, de la que la vida corporal es un reflejo. Los peligros siempre están presentes, pues nuestra vida de fe no es sino una lucha hasta el último día.

Como escribe San Doroteo:

“Las cosa así. Aun cuando sean muchas las virtudes que un hombre posee, aunque sean innumerables, si se aparta de este camino nunca encontrará el reposo sino que estará siempre afligido o afligirá a los otros, y perderá el mérito de su fatigas” (Instrucción 7, Sobre la acusación de sí mismo).

Y nos es necesario evitar la aflicción que viene sobre todo por la murmuración, de la que llama la atención en el verso final del capítulo.

 

 

 

 

 

 




 

No hay comentarios:

Publicar un comentario