domingo, 5 de noviembre de 2023

CAPÍTULO 23, LA EXCOMUNIÓN POR LAS FALTAS

 

CAPÍTULO 23

LA EXCOMUNIÓN POR LAS FALTAS

 

Si algún hermano recalcitrante, o desobediente, o soberbio, o murmurador, o infractor en algo de la santa regla y de los preceptos de los ancianos demostrara con ello una actitud despectiva, 2siguiendo el mandato del Señor, sea amonestado por sus ancianos por primera y segunda vez. 3Y, si no se corrigiere, se le reprenderá públicamente. 4Pero, si ni aún así se enmendare, incurrirá en excomunión, en el caso de que sea capaz de comprender el alcance de esta pena. 5Pero, si es un obstinado, se le aplicarán castigos corporales.

Vienen ahora los capítulos penitenciales de la Regla. Un bloque temático de ocho capítulos, dedicados a prevenir y corregir las faltas de los hermanos, marcando las responsabilidades de los superiores y pautas de conducta de la vida comunitaria. Un buen número de estos capítulos comienzan describiendo las faltas y estableciendo las penas y sanciones que pueden llegar a la expulsión de monasterio, aunque la mayor parte se consideran por san Benito como negligencias; pero conviene tener en cuenta que menospreciar las causas leves puede llevar a las graves.

Si dejamos pasar la violación del silencio, o caemos en la impuntualidad, o la pereza en levantarnos… nuestra conciencia entra en un estado de laxitud que no da importancia a las faltas leves. Y debemos tener presente que esto también afecta a la comunidad, pues una comunidad es un conjunto de personas, y si somos puntuales, o fieles al Oficio Divino, o al trabajo, o fieles a la Palabra de Dios, toda la comunidad es afectada positivamente y va creciendo de manera puntual y fiel.

San Benito quiere evitar el caer en la abandono espiritual y comunitario, y con esta ordenación jurídica quiere prevenir, y busca de evitar que se cometan excesos, abandonos y negligencias. Ciertamente, también toda norma tiene a menudo un carácter punitivo que podríamos considerar disuasivo, mostrando que toda acción tiene unas consecuencias, tanto de manera individual como comunitaria. Por lo tanto, si no queremos faltar a la Regla es necesario ser observantes, y nuestra observancia particular ayudará a crecer la observancia comunitaria. Y, en esto, no sirve la alusión a que otros tienen también deficiencias de éstas, ya que pronto nos arrastrará a una laxitud de vida y de costumbres que no tiene nada que ver con la vida que hemos escogido.

Hacer nuestra voluntad, no es ser libre, sino esclavos. Dice la instrucción “El servicio de la autoridad y la obediencia”: “Ciertamente, no es libre el que está convencido que sus  ideas y soluciones son siempre las mejores;  el que cree poder decidir solo, sin mediaciones que le muestren la voluntad divina; el que siempre tiene la razón, y no duda que son los otros quienes tienen que cambiar; el que solo piensa en sus cosas y no se interesa por las necesidades de los demás, el que piensa que la obediencia es cosa de otro tiempo e impresentable en este tiempo; y al contrario, es libre la persona que de manera continua vive en tensión para captar, en las situaciones de la vida, una mediación de la voluntad del Señor. Para esto “nos ha liberado Cristo, para que seamos libres” (Gal 5,1). Nos ha liberado para que podamos encontrar a Dios en los innumerables senderos de la existencia de cada día. (g.20)

San Benito comienza este capítulo 23 el apartado penal de la Regla. Establece unos principios básicos en relación a los tipos de faltas, a las actitudes y a las penas para aplicar de manera que se salve el infractor y reconducirlo al buen camino.

El tipo de faltas que san Benito reprende es la repetición, la desobediencia, el orgullo, el menosprecio de los mandamientos, la actuación contra la Regla y la murmuración. También establece una graduación en la corrección: amonestación privada o secreta una

en la época de san Benito no era algo extraño sino habitual.

Lo que preocupa a san Benito es la mala disposición interior, que se traduce en unas actitudes concretas, como la desobediencia, el orgullo y la murmuración. Escribe sor Micaela Puzicha que la murmuración es un vicio típicamente monástico, y que comentan todas las reglas monásticas, pues es un vicio que rompe la paz y la unidad de la comunidad. Cuando nos situamos en constante contradicción, oponiéndonos a los objetivos comunitarios es un indicio de caer en este vicio, que para san Benito resume todas las desviaciones con respecto al Evangelio y la Regla.

Escribe André Louf:

En el capítulo consagrado a los religiosos, en la Lumen Gentium, cuando trata de la obediencia religiosa, la presenta a la luz de la humillación de Cristo. Es tradicional. Seguir a Cristo hasta el absurdo de la desobediencia. Obediencia en el sentido amplio de la palabra. Cada vez que tengo ocasión de renunciar a mi voluntad lo hago con la alegría de encontrarme con Cristo, delante de un hermano, o de un superior, o un acontecimiento. Para san Benito la obediencia no se limita solo al abad. Hay un capítulo particular consagrado a la obediencia a los hermanos, los que sean. La alegría es renunciar a la voluntad propia delante de otro. (“La obediencia monástica”, en Cuadernos monásticos, 25, 1973)

De aquí que san Benito hable a propósito de aplicar a la murmuración constante la excomunión, como una medida dirigida a concienciarnos de lo que perdemos cuando no compartimos la plegaria o las comidas con la comunidad. Podemos pensar que no es tan duro no participar, por ejemplo, en la plegaria del coro, pero partimos de un axioma erróneo: la plegaria, el Oficio Divino, como la Lectio o el mismo trabajo no son obligaciones, sino parte fundamental de nuestra vida, sin las cuales, dejamos, en realidad, de ser monjes. De aquí que, por ejemplo, cuando estamos enfermos nos duela de no poder participar, o cuando estamos de viaje, hacemos la plegaria de la Liturgia de la Horas, de manera particular y privada. Otra cosa es si estamos en otra comunidad, porque, entonces la experiencia de compartirla con otros, incluso en otra lengua, nos enriquece de una u otra manera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario