domingo, 6 de enero de 2019

CAPÍTULO 3 COMO SE HAN DE CONVOCAR LOS HERMANOS A CONSEJO


CAPÍTULO 3

COMO SE HAN DE CONVOCAR LOS HERMANOS A CONSEJO

Siempre que en el monasterio hayan de tratarse asuntos de importancia, el abad  convocará toda la comunidad y expondrá él personalmente de qué se trata. 2Una vez oído el consejo de los hermanos, reflexione a solas y haga lo que juzgue más conveniente. 3Y hemos dicho intencionadamente que sean todos convocados a consejo, porque muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor. 4Por lo demás, expongan los hermanos su criterio con toda sumisión, y humildad y no tengan la osadía de defender con arrogancia su propio parecer, 5sino que, por quedar reservada la cuestión a la decisión del abad, todos le obedecerán en lo que él disponga como más conveniente. 6Sin embargo, así como lo que corresponde a los discípulos es obedecer al maestro, de la misma manera conviene que éste decida todas las cosas con prudencia y sentido de la justicia. 7Por tanto, sigan todos la regla como maestra en todo y nadie se desvíe de ella temerariamente. 8Nadie se deje conducir en el monasterio por la voluntad de su propio corazón, 9ni nadie se atreva a discutir con su abad desvergonzadamente o fuera del monasterio. 10Y, si alguien se tomara esa libertad, sea sometido a la disciplina regular. 11El abad, por su parte, actuará siempre movido por el temor de Dios y ateniéndose a la observancia de la regla, con una conciencia muy clara de que deberá rendir cuentas a Dios, juez rectísimo, de todas sus determinaciones. 12Pero, cuando se trate de asuntos menos transcendentes, será suficiente que consulte solamente a los monjes más ancianos, 13conforme está escrito: «Hazlo todo con consejo, y, después de hecho, no te arrepentirás».

San Benito establece un procedimiento de discernimiento para tomar las decisiones sobre asuntos importantes. Recoger la opinión de todos, también de los más jóvenes, y finalmente será del abad la decisión final.

Para la Alta Edad Media establecer unos procedimientos decisorios democráticos tal como lo entendemos hoy habría sido anacrónico; san Benito no establece un procedimiento sobre la máxima vox populi, vox Dei. Pero sí que nos da una clave importante fundamental: nos dice que es el Señor quien nos revela la decisión buena, y que ésta nos puede venir incluso por el más joven.

Utilizando el verbo revelar san Benito sitúa la toma de decisiones importantes en un escenario diferente. No se trata solamente de sospesar los pros y contra, de calcular las ventajas e inconvenientes, sino que la buena decisión es la voluntad de Dios, que de una manera u otra nos la revela y nos permite descubrir la verdad y tomar la decisión más acertada.

De la tradición monástica, en donde se inspira san Benito, se desprende que una de las consecuencias del pecado es que ha puesto un velo delante de la verdad, delante de la Palabra de Dios, y por tanto para descubrir el bien es necesario realizar un proceso hasta que se nos revela. Abrir la mirada interior a una realidad que ya existe, que está presente, pero que no acabamos de ver con claridad. Por esto san Benito relaciona la toma de decisiones importantes con el consejo, un consejo que se manifiesta con humildad, sumisión y ausencia de arrogancia.

Para san Benito no se trata aquí de contar votos. La relación con la obediencia que nos destaca tiene relación con el sentido de esta palabra en latín que viene a significar escuchar, prestar oído para saber lo que es más conveniente, cual es la voluntad del Señor. Se opone a la defensa de la opinión personal entendida como una formulación de los propios intereses personales. Quizás el contenido de este capítulo puede tener hoy una lectura políticamente incorrecta, pero leído correctamente es uno de los capítulos clave. Estar ciertos de que mi opinión es una entre otras, con tanto valor como la de los demás, abierta a la revelación de Dios, como las otras, pero no más que las otras. El tema es no imponerse de una u otra manera, sino buscar la voluntad de Dios que es lo que nos ha traído al monasterio.

En este proceso, san Benito nos va dando las pautas para la actitud de los hermanos y del abad. Para los hermanos establece que cada uno dé su opinión, con humildad, sin arrogancia, es decir sin caer en la tentación de exagerar los argumentos, de hacer un relato que se aleje de la verdad, y busque captar la voluntad de los demás, no faltando a la verdad, pero si a partir del propio deseo que intenta imponerlo a los demás. También el abad puede tener la tentación de mostrar los argumentos de manera tendenciosa, poco equitativa, acentuando unos aspectos o desechando otros. Ambas actitudes son poco sinceras, enturbian más que revelan la verdad, y se corre el peligro de no ser sinceros. Incluso el abad puede tener la tentación de escuchar habiendo tomado ya la decisión y no teniendo ninguna intención de cambiarla, lo cual es un error y no leve. La decisión final ha de ser fruto de un escuchar y discernir la voluntad de Dios y no la de contentar al abad o algún hermano. Puede haber el riesgo de callarse la opinión o la de oponerse sistemáticamente a los demás, lo cual no ayuda a la comunión.

San Benito pide al abad sensatez y justicia. La palabra latina provide, que viene del verbo providere es traducida al catalán por seny, que viene a significar prever, presentir, calcular los efectos y resultados de una decisión.

San Benito nos hace ver la dificultad de buscar juntos la verdad, de caminar hacia una decisión acertada, quizás sin haber captado del todo los argumentos. San Benito, va en la línea de san Pablo en la primera Carta a los Corintios, cuando enseña que la comunidad puede ser comparada a un cuerpo, donde cada monje tiene su misión que es fundamental, y que sin la participación responsable de todos se pierde la unidad. Y, finalmente, habiendo escuchado la opinión de los hermanos es preciso tomar la decisión procurando escuchar la voz del Espíritu que habla a toda la comunidad, a cada hermano, a veces al más joven. Una vez tomada la decisión, ésta ha de ser asumida por todos, incluso por aquellos a quienes no agrada, o no va de acuerdo con la opinión propia. Una vez ha hablado la comunidad y el abad decide, el resultado es también nuestro. San Benito lo dice claramente y con sencillez: escuchar con atención, tomar la decisión y aplicarla.

Todo esto supone un reto que hemos empezado a afrontar en los trabajos de grupo, donde puede ser más factible expresarse sobre temas importantes y que finalmente deben decidirse, entre todos, en el Capítulo. También es muy útil el Consell de los ancianos, en nuestro caso el Consejo del Abad, un órgano más reducido que permite exponer problemas y temas que requieren más discreción y reserva. San Benito opone las ideas de deseo, de la voluntad y el querer del propio corazón por un lado, y por otro la Regla como maestra de la cual no hemos de apartarnos temerariamente.

“Que ninguno en el monasterio siga el deseo de su propio corazón”, viene la clave de todo el capítulo, una frase situada en el centro para decirnos que lo que buscamos es la sanación del propio corazón, haciendo un camino de conversión.

Nos dice el epílogo de la Declaración del nuestro Orden: “nunca llegamos a realizar perfectamente nuestro ideal; por lo tanto, siempre tendremos necesidad de aquella conversión continua y sincera mediante la cual nosotros, como individuos y como comunidad, vamos siendo transformados a imagen de Cristo, el Hijo de Dios”. Que él nos ayude y nos guie.


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