domingo, 6 de noviembre de 2022

CAPÍTULO 24, CUÁL DEBE SER LA NORMA DE LA EXCOMUNIÓN

 

CAPÍTULO 24

CUÁL DEBE SER LA NORMA DE LA EXCOMUNIÓN

Según sea la gravedad de la falta, se ha de medir en proporción hasta dónde debe extenderse la excomunión o el castigo. 2 Pero quien tiene que apreciar la gravedad de las culpas será el abad, conforme a su criterio. 3Cuando un hermano es culpable de faltas leves, se le excluirá de su participación en la mesa común. 4Y el que así se vea privado de la comunidad durante la comida, seguirá las siguientes normas: en el oratorio no cantará ningún salmo ni antífona, ni recitará lectura alguna hasta que haya cumplido la penitencia. 5Comerá totalmente solo, después de que hayan comido los hermanos. 6De manera que, si, por ejemplo, los hermanos comen a la hora sexta, él comerá a la hora nona, y si los hermanos comen a la hora nona, él lo hará después de vísperas 7 hasta que consiga el perdón mediante una satisfacción adecuada.

 

Una sociedad sin leyes o bien sería una sociedad ideal, donde nadie atentaría contra los derechos individuales o colectivos de los otros, o bien sería una sociedad donde imperaría la ley del más fuerte.

Pensemos como nos presenta la Escritura este punto. Todo empieza con una sola norma: no comer del fruto de un determinado árbol. El hombre incumple la ley y la pena se entiende a toda la descendencia. Después Dios establece con Moisés un Decálogo, que luego el pueblo no cumplió fielmente. Esta vivencia deficitaria de la Ley divina marca toda la Historia de la Salvación. Jesucristo establece dos nomas basadas en el amor a Dios y a los hermanos. San Agustín recordando estas normas escribirá: “ama y haz lo que quieras”. Si cumplimos esta sugerencia haremos el bien y no el mal.

Para que una ley se cumpla es preciso penalizar su no cumplimiento. Esto no es un invento de la sociedad moderna. Sin penalización por el incumplimiento, la ley no serviría de nada.

Todo esto, san Benito que va a Roma a estudiar leyes, en un periodo de profunda crisis del Imperio, ya es consciente de ello a la hora de redactar la Regla, y le sale esta vena de jurista, a la vez que la dimensión comunitaria. Tiene también en cuenta otro principio del derecho, como es la proporcionalidad de la pena respecto al delito o a la falta cometida. Por esto nos habla de excluir de la mesa por faltas leves en ocasiones, o excluir del oratorio e incluso de la comunicación con los hermanos por las faltas graves.

Así deja claro que hay faltas graves y leves, y que no está dispuesto a dejarlas pasar. Pues es consciente que, a fuerza de cometer faltas leves, nos podemos acostumbrar a no darles importancia, y llegar a banalizar las graves. O sea, venir a caer en una conciencia laxa. Debeos tener presente ante quien somos responsables de nuestras faltas. ¿Delante de Dios y de la historia? Es bien cierto. Todos somos responsables delante de Dios, además Dios nos tiene siempre presentes, lo cual ya nos asegura que no podemos escapar del juicio de Dios.

El pueblo escogido, Israel, aprovecha que Moisés ha subido a la montaña, para fabricar un ídolo, lo cual no escapa a la mirada divina. Como dice la Escritura: “No hay nada que no llegue a revelarse, ni escondido que no llegue a saberse” (Mt 10,26) Y ser conscientes de que, con nuestras faltas, las que sean el principal perdedor somos nosotros mismos, cuando no las cumplimos.

Pero san Benito deja entrever otro de los principios del Derecho romano, origen del nuestro Derecho: una falta de un miembro o de un colectivo, de una comunidad perjudica al conjunto de la comunidad. Por ello es por lo que san Benito nos habla de excomunión, de una exclusión total o en parte de la comunidad.

El Papa Francisco subraya a los participantes en el Capítulo General de los Cistercienses: “tampoco para nosotros es fácil caminar en comunión y, sin embargo, no deja de sorprendernos y de alegrarnos este regalo que recibimos de ser Su comunidad, de modo que, tal como somos, no perfectos ni uniformes, sino convocados, implicados, llamados a estar o caminar detrás de Él, nuestros Maestro y Señor” (17 Octubre 2022)

“Excomunicar” es una expresión dura, aunque no se suele aplicar con frecuencia, pero sí que podemos decir que, en ocasiones, practicamos la excomunión. En este proceso podemos entrar poco a poco, paulatinamente, para acabar cayendo del todo. ^Por ejemplo: un primer paso, llegar tarde al Oficio Divino, después dejo de asistir a alguna de las horas de plegaria comunitaria, y así voy regularizando mi ausencia, hasta que llega a ser una excepción el día que asisto. Faltas leves, en un principio, que es tornan en falta grave. Grave, no solo porque va contra la Regla y porque afecta a toda la comunidad, sino porque me excomunico.

Como nos dice el Papa francisco a los miembros del Capítulo General estar en comunión es “un caminar juntos detrás del Señor, para estar con Él, escucharlo, observarlo”.

Observar a Jesús. Como un niño observa a sus padres, o a su mejor amigo. Observar al Señor, su manera de ser, su rostro ple de amor y de paz, en ocasiones indignado delante la hipocresía y la cerrazón.,. y este observa vivirlo juntos, no individualmente sino en comunidad. Cada uno con su ritmo, con su propia historia, única e irrepetible, pero todos juntos. Como los Doce que estaban siempre con Jesús e iban con Él. Ellos no se habían elegido, sino el mismo Jesús. No siempre era fácil estar de acuerdo, había diferencias, durezas de corazón, orgullo… También nosotros somos así. (17 Octubre 2022)

Ciertamente, para nosotros la dureza como el orgullo, la hipocresía, la cerrazón, son enemigos de la comunión, son en realidad excomumión. Procuremos en lugar de regar estas malas hierbas, cuidar la buena semilla de nuestra vocación. Miremos de evadirnos de la tentación de caer en las faltas leves, para evitar las más graves… Que el Señor nos ayude; pues solo en Él encontramos la eficacia y el amor total, absoluto-

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