domingo, 24 de diciembre de 2023

CAPÍTULO 70, NADIE SE ATREVERÁ A PEGAR ARBITRARIAMENTE A OTRO

 

CAPÍTULO 70

NADIE SE ATREVERÁ A PEGAR

ARBITRARIAMENTE A OTRO

Debe evitarse en el monasterio toda ocasión de iniciativa temeraria, 2 y decretamos que nadie puede excomulgar o azotar a cualquiera de sus hermanos, a no ser que haya recibido del abad potestad para ello. 3 «Los que hayan cometido una falta serán reprendidos en presencia de todos, para que teman los demás ». 4 Pero los niños, hasta la edad de quince años, estarán sometidos a una disciplina más minuciosa y vigilada por parte de todos, 5 aunque con mucha mesura y discreción.6 El que de alguna manera se tome cualquier libertad contra los de más edad sin autorización del abad o el que se desfogue desmedidamente con los niños, será sometido a la sanción de la regla, 7 porque está escrito: «No hagas a otro lo que no quieres que hagan contigo».

 

Ni defensar, ni pegar, ni oponerse con orgullo o resistencia, sino obedecerse unos a otros. Estos son algunos de los últimos consejos de san Benito. Como, si de repente, se hubiera hecho consciente que esto era posible, olvidando más bien lo de la obediencia mutua, o el buen celo que debe guiar nuestra vida. Son situaciones que san Benito seguramente vivió, y sobre las que nos quiere prevenir, y evitar así problemas en la vida de la comunidad.

San Benito se refiere sobre todo a los ancianos, o a los niños, que pueden ser ocasión de nuestros nervios, pues son dos colectivos más vulnerables. Algo que también ocurre fuera el ámbito monástico.

En el caso de los niños, es hoy, un foco permanente de atención, complicado y doloroso, que no se acaba de abordar con valentía rigor.

El documento de la Conferencia Episcopal, “Para dar luz” dice:

“La primera reprobación de estos comportamientos sexuales se encuentra en la Didajé, también conocida como “Enseñanza de los Doce apóstoles”, texto compilado en la segunda mitad del siglo I, pocas decadas después de la muerte de Jesucristo, en donde aparece ya la prohibición de corromper sexualmente a los jóvenes, aunque fue un siglo más tarde, cuando san Justino en su Primera Apología, denunciará formalmente los encuentros carnales de adultos con niños (2,1,1). Antiguos precedentes, como también dispone al Concilio de Elvira: Los que abusen sexualmente de los niños no pueden recibir la comunión ni en peligro de muerte” (Canon 71)

San Benito plantea ya prevenir, evitar situaciones negativas, y preveía para los infractores el castigo. Casi, podríamos decir, que san Benito contempla en lo que escribe una guía para un protocolo a fin de evitar abusos entre hermanos, sobre todo, respecto a ancianos y niños.

El abuso viene, de hecho, cuando perdemos la medida y la ponderación, la discreción. De aquí, la importancia de mantener un ritmo de vida equilibrado, sincero, una vida monástica vivida de corazón, como un verdadero regalo del Señor, y no como una carga o una imposición que precisa desfogarse. Pegar a otro hermano es un hecho grave, como para merecer, efectivamente, un castigo de la Regla. Pero podemos caer en la tentación de otras actitudes violentas menores, pero que crean un clima para desviaciones más graves.

La asistencia y la puntualidad al Oficio Divino siempre corre el riesgo de ser pospuesta. Un día me encuentro mal, otro día otra causa…. Y voy cayendo en la indolencia, la acedía de la que siempre será difícil salir.

Las relaciones con el exterior también pueden ser una piedra de tropiezo, que nos pueden pasar factura personal o comunitaria. Es preciso tener presente que donde está la actuación puntual de un monje, hay una imagen de toda la comunidad, y de toda la Iglesia.

Por ello, el Dicasterio de la Doctrina de la Fe alerta sobre los “comportamientos escandalosos o conductas que perturban al orden” (Vademecum 15).

El defensor del Pueblo escribe en su informe sobre los abusos sexuales en la Iglesia: “Los abusos sexuales en la Iglesia católica constituyen un grave problema social y de salud pública que ha causado muchos daños. La gravedad del fenómeno deriva de la intensidad del daño que ha sufrido las víctimas, de la cantidad de personas afectadas y de la defraudación de la confianza depositada por ellas y por una parte de la sociedad en una institución que ha tenido un poder innegable en España y una autoridad moral en la sociedad”.

Lo que san Benito no desea son las arbitrariedades, excesos, abusos personales, que acaban por afectar a otras personas que no tiene nada que ver con la causa de la irritación del monje. De aquí que contemple la posibilidad de que esta ira descargue sobre los más indefensos: niños y ancianos, y busque la manera de evitarlo, y si se produce de sancionarlo, para evitar su repetición.

Del grado del cumplimiento de nuestras obligaciones como monjes depende nuestra salud espiritual y nuestra conducta. Si hay incumplimientos, el riesgo de caer en estos excesos, de perder la mesura y la ponderación aumenta considerablemente. Una buena salud espiritual facilita una conducta de vida saludable y equilibrada. Habría que concluir como escribe san Bernardo, diciendo: “Considera mis razones, no he podido enseñar algo distinto de los que aprendí. No me ha parecido conveniente describir las subidas, porque tengo más experiencia de las bajadas. Que san Benito te exponga los grados de humildad, grados que él va disponer, primero en su corazón. En cuanto a mí, solo puedo proponerte el orden que llevado en la bajada. Si reflexionas seriamente sobre esto, tal vez encuentras aquí tu propio camino de subida” (Los grados de la humildad y de la soberbia, 57,2)

 

 

 

 

 

   

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