Capítulo
50
LOS HERMANOS QUE TRABAJAN LEJOS DEL ORATORIO O
ESTÁN DE VIAJE
Los hermanos que trabajan muy lejos y no pueden acudir al oratorio
a las horas debidas, 2 si el abad comprueba que es así en realidad, 3 celebren el
oficio divino en el mismo lugar donde trabajan, arrodillándose con todo respeto
delante de Dios. 4 Igualmente, los que son enviados de viaje, no omitan el rezo
de las horas prescritas, sino que las celebrarán como les sea posible, y no
sean negligentes en cumplir esta tarea de su prestación.
Con el Oficio Divino cumplimos una obligación;
estamos delante de Dios en nombre de toda la Iglesia, como afirma la
Constitución Sacrosantum Concilium, del Concilio Vaticano II.
Este capítulo es el primero de tres donde san Benito
nos habla de la plegaria.
Siempre somos monjes en el monasterio, tanto en el
oratorio, como en la celda o en el trabajo; también fuera del monasterio, de
viaje o en vacaciones... Nuestro centro
siempre es Cristo, objetivo de nuestra vida, y nunca hacemos “vacaciones de Dios” (Montserrat Viñas).
La Declaración de nuestra Orden sobre la vida
cisterciense del año 2000 nos recuerda:
“la renovación
de nuestra vida religiosa debe abrazar el conjunto de la vida, por lo cual
debemos considerar todos los elementos
que la constituyen, dando a cada parte su propia importancia. Sería
completamente falso ensalzar algunos aspectos de nuestra vida, como si
estuvieran en ellos la esencia de la vida cisterciense, y menospreciar otros
como meras añadiduras, o incluso como obstáculos para vivir la vida monástica.
Pues nosotros somos y hemos de ser cistercienses en todo momento de nuestra
vida, no sólo cuando nos reunimos para la plegaria, o practicamos las
observancias comunitarias, sino también en el estudio, en el trabajo, en el ministerio
sacerdotal, en la oración privada, cuando servimos a los demás en sus
necesidades, y todo aquello que hacemos”. (nº 12)
Orar es una necesidad para nosotros, no lo hacemos
por obligación, es un derecho que convertimos con gusto en deber. Es algo a tener
presente. Cuando algo nos impide asistir a la plegaria comunitaria debe ser por
una fuerza mayor, ya que es una prioridad. No obstante puede suceder que en ocasiones sea difícil
conciliar la plegaria con el ritmo de la
vida, considerando que nuestro horario se mueve por criterios diversos del
mundo que nos rodea. Pero debemos
priorizar la plegaria, y cuando estamos fuera del monasterio no debemos olvidar
que somos monjes, y será preciso encontrar un tiempo para nuestra plegaria, que
siempre será una alabanza al Señor y, además, en comunión con la que hace la
comunidad en el monasterio. No debemos olvidar que estamos llamados a vivir una
vocación profundamente espiritual, y que nos es imprescindible el contacto
asiduo con la Palabra.
El Oficio Divino está estrechamente unido con el servicio del monje. El
monaquismo cisterciense, en su origen tiene la voluntad de volver a una mayor
fidelidad a la Regla, donde la plegaria comunitaria y personal, el trabajo y la
lectura divina tienen un papel central. Desde los primeros cistercienses la
plegaria ha sido el corazón de la vida del monje. Algo a lo que podemos ni
debemos renunciar.
San Benito nos presenta en este capítulo una posible
conflictividad entre el trabajo y la plegaria. La respuesta es que no debemos
anteponer nada al Oficio Divino. No
obstante puede haber ocasiones, como acompañar a un monje enfermo al médico,
atención a un enfermo, en que no se puede asistir. Conviene no perder el sentido de nuestra vocación, y
buscar el momento más oportuno para suplir esa falta de asistencia a la
plegaria comunitaria, y llevar a cabo, bien de manera individual, o juntamente
con quienes nos acompañan en ese momento.
“Para mantener
vivo nuestro deseo de Dios hemos de apartar en ciertos momentos nuestra mente de las preocupaciones y asuntos que nos distraen, y amonestarnos a
nosotros mismos con la oración vocal; no
sea que nuestro deseo se debilite y se vuelva frío, y al no renovar con
frecuencia el fervor, llegue a extinguirse por completo” (San Agustín, Carta
130, a Proba)
Además la plegaria tiene un sentido profundo de
comunidad. El ideal del monje se mantiene constante, y, si bien en un contexto
de vida común esta oración continua está marcada por los momentos de plegaria
común con el resto de la comunidad, esta dimensión no debe faltar en los
impedidos de estar presentes en la comunidad a la hora de la plegaria.
Hoy se pide a los profesos solemnes, y todavía más a
los ordenados recitar el Oficio en privado,
si no se puede participar en el coro. No debe ser una obligación legal,
sino una llamada a vivir en comunión nuestra responsabilidad de la plegaria, aunque no sea en el mismo tiempo
y espacio. Comentaba el Papa Benedicto XVI:
“La oración
que es abertura y elevación del corazón a Dios se convierte así en una relación
personal con él y aunque el hombre se olvide de su Creador, el Dios vivo y verdadero no deja de tomar la iniciativa
llamando al hombre al misterioso encuentro de la oración. Como afirma el
catecismo: Esta iniciativa del amor del Dios fiel es siempre lo primero en la
plegaria; la iniciativa del hombre es la respuesta. A media que Dios se revela y revela al hombre a sí mismo,
la oración aparece como una llamada recíproca, un profundo acontecimiento de
alianza. A través de palabras y acciones tiene lugar un trance que compromete
el corazón humano. Es algo que se revela a
través de toda la historia de la salvación” (Audiencia General, 11, Mayo
2011)
Cuando no podemos estar presentes en el Oficio Divino del coro, bien porque una tarea
comunitaria ineludible lo impide o porque una enfermedad lo impide, o porque
estamos de viaje, es preciso, pues, esforzarnos por continuar en nuestra
fidelidad a nuestra vocación de plegaria, y por
otro lado en nuestra solidaridad
con la comunidad. Por ello es bueno
mantenernos unidos, no solo con el pensamiento sino mediante la plegaria en un
tiempo y espacio que nos ayuden a profundizar nuestra relación con Dios. Pero
sobre todo si estamos en el monasterio o si hemos salido, hacer lo posible
por estar presente en el momento de la
plegaria comunitaria.
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