CAPÍTULO
73
NO
QUEDA PRESCRITA EN ESTA REGLA
TODA
LA PRACTICA DE LA PERFECCIÓN
Hemos
esbozado esta regla para que, observándola en los monasterios, demos pruebas,
al menos, de alguna honestidad de costumbres o de un principio de vida
monástica. 2 Mas el que tenga prisa por llegar a una perfección de vida, tiene
a su disposición las enseñanzas de los Santos Padres, que, si se ponen en
práctica, llevan al hombre hasta la perfección. 3 Porque efectivamente, ¿hay
alguna página o palabra inspirada por Dios en el Antiguo o en el Nuevo
Testamento que no sea una norma rectísima para la vida del hombre? 4 ¿O es que
hay algún libro de los Santos Padres católicos que no nos repita constantemente
que vayamos por el camino recto hacia el Creador? 5 Ahí están las Colaciones de
los Padres, sus Instituciones y Vidas, y también la Regla de nuestro Padre San
Basilio. 6 ¿Qué otra cosa son sino medios para llegar a la virtud de los monjes
obedientes y de vida santa? 7 Mas para nosotros, que somos perezosos, relajados
y negligentes, son un motivo de vergüenza y confusión. 8 Tú, pues, quienquiera
que seas, que te apresuras por llegar a la patria celestial, cumple, con la
ayuda de Cristo, esta mínima regla de iniciación que hemos bosquejado, 9 y así
llegarás finalmente, con la protección de Dios, a las cumbres más altas de
doctrina y virtudes que acabamos de recordar. Amen.
Acabada
la lectura de la Regla, comienza nuestra tarea, de manera que observándola
logremos una honestidad de costumbres o un comienzo de vida monástica. La Regla
marca unos mínimos; luego hay que hacer camino para avanzar en la perfección hacia
la meta que es la vida eterna.
En el
capítulo 58 san Benito nos habla de leer la Regla, tenerla bien aprendida; es
una condición para ingresar en el monasterio, para decidir si nos vemos capaces
de observarla. La Regla viene a ser una prueba, como una comida suave que nos
debe llevar hacia una comida más sólida, como es la Escritura y el magisterio
de los Padres.
La
Escritura es la primera norma rectísima para una vida humana. El mismo san
Benito lo muestra con las numerosas referencias a la misma, como una fuente
primera en su doctrina. En segundo lugar, la Tradición, el Magisterio de la
Iglesia, que nos muestran lo que debemos correr para llegar a nuestro Creador.
Y, finalmente, el magisterio de la vida monástica, con las Colaciones, las
Instituciones, y las Reglas que vienen a ser para nosotros instrumentos de
virtud, para monjes de vida santa y obediente, que nos llevarán a la perfección
de la virtud.
San
Benito busca que el monje sea un buscador de Dios. Para ayudarnos pone la
Escritura en el centro de nuestra vida, como una fuente insustituible junto con
los comentarios de los Padres de la Iglesia. No escribe, pues, la Regla en un
marco teórico; rezuma realismo y experiencia en cada uno de sus capítulos; sabe
cuales son los obstáculos, y de donde vienen, nuestras debilidades físicas y
morales, para impedirnos superarlos con los instrumentos de las buenas obras,
la obediencia, la humildad, el silencio, trabajo…
Escribe
san Juan Pablo II en su Carta Apostólica Sanctorum Altrix, con motivo
del 25 aniversario de la declaración de san Benito como Patrón de Europa:
“La
vida benedictina aparece en la Iglesia, sobre todo, como una ardiente búsqueda
de Dios, algo necesario que marque el curso de la vida de todo cristiano, que
tienda a las mas altas cimas de doctrina y de virtud (RB 73,9cf Lumen Gentium
9, Uunitatis Redintegratio 2), hasta que llegue a la patria celestial. San
Benito recorre y observa este camino con ánimo solícito y conmovido, mostrando
los no pocos impedimentos que lo hacen arduo, así como los peligros que parecen
cerrarlo y hacer inútiles los esfuerzos; porque le hombre es esclavo de
codicias inmoderadas, con las cuales se lleva de vana presunción, o se
esclaviza con un temor que agota sus fuerzas” (cf RB, Prólogo 48). Pero este
camino de vida (cf Regla, Prólogo 20) puede
ser recorrido solo en determinadas condiciones, es decir, en la medida en que
ama a Cristo con un corazón indiviso y
conservando una genuina humildad.”
No
podemos argumentar un desconocimiento. Además del capítulo 58, nos lo vuelve a
recordar en el capítulo 67, cuando nos habla de los porteros, o vamos de viaje,
o si nos mandan cosas imposibles de cumplir, no tomarnos la libertad de
defender o pegar a otro, o el obedecernos unos a otros, o, finalmente, estar
llenos de un celo bueno. Es necesario leer la Regla en comunidad, de manera que
no se pueda alegar una ignorancia de la misma.
San
Benito quiere preservar nuestra libertad, que aceptemos un mínimo de vida
monástica no adaptarnos la Regla a nuestro gusto, sino mirar de avanzar hacia
la patria celestial, para lo cual tenemos necesidad no solo de la Regla, sino
de la protección de Dios y la ayuda de Cristo. De nuevo, el centro es Cristo,
porque la Regla es fundamentalmente cristológica, de ninguna manera
egocéntrica.
Decía
el Papa Benedicto hablando de san Benito, que éste “califica la Regla, como
algo mínimo, como un comienzo, pero, en realidad ofrece indicaciones útiles no
solo para los monjes sino para todos los que buscan orientación en el camino a
Dios. Por su moderación, su humanidad y su sobrio discernimiento entre lo
esencial y lo secundario en la vida espiritual, ha mantenido su fuerza iluminadora
hasta el día de hoy. Pablo VI, al proclamar a san Benito Patrón de Europa el 24
de Octubre, de 1964, pretendía reconocer la admirable obra llevada a término
por él, a través de la Regla, para formación d la civilización y la cultura
europea”, (Audiencia General, 9 de Abril de 2008)