CAPÍTULO
48, 10-13
EL TRABAJO MANUAL DE CADA DIA: EL DIAS DE
CUARESMA
Desde las calendas de octubre hasta la cuaresma se dedicarán a la
lectura hasta el final de la segunda hora. 11 Entonces, se celebrará el oficio
de tercia y se ocuparán todos en el trabajo que se les asigne hasta la hora de
nona. 12 Al primer toque para el oficio de nona dejarán sus quehaceres para
estar a punto cuando suene la segunda señal. 13 Después de comer se ocuparán en
sus lecturas o en los salmos.
Lectura,
plegaria y trabajo. No se puede decir tanto en menos versos. San Benito resume
aquí los tres puntos centrales de la vida del monje: un horario sencillo,
adaptado a cada época del año, que tiene como eje la Palabra de Dios y la
plegaria, que precede y concluye el tiempo de trabajo. San Benito muestra una
gran preocupación para que nuestra jornada esté ocupada en todo momento, de
modo que nuestra vida siga una pauta reglada, pues es el mismo san Benito quien
nos dice que la ociosidad es enemiga del alma o que da lugar a que nazca la
murmuración, el gran mal de la vida comunitaria. Un tiempo para el trabajo, un
tiempo para la plegaria, un tiempo para la lectura; quiere garantizar de esta
manera a cada actividad el tiempo necesario y se esfuerza por guardar un
equilibrio y asegurar un buen ritmo para la jornada, dedicando nuestra atención
a aquello que debemos en cada momento. De aquí que sea tan importante vivir la
totalidad del plan para cada día que nos propone san Benito, pues si lo
olvidamos, o menospreciamos, corremos el riesgo de perdernos.
Dedicar
tres horas a la lectio en el invierno lo exigía las condiciones de la estación;
prestemos atención a que cuando san Benito sitúa el contacto con la Palabra a
primera hora de la mañana, esto continúa teniendo un sentido hoy, pues esta es
una hora propicia para tener una disposición favorable para la lectura. Como
también las plegarias distribuidas a lo largo de la jornada llenan de sentido
el tiempo del trabajo. Para san Benito no tendría sentido reducirlas, pues
acompañan el transcurso del día, son como un reloj que va marcando,
santificando, el transcurso de la jornada. Es una idea a tener presente por
parte nuestra.
Observamos
también la importancia de estar atento a lo que nos pide la campana, la voz de
Dios como a veces se la nombra. Al oírla es preciso dejar lo que estamos
haciendo y estar atentos para lo que viene a continuación; sin rémora alguna,
sin caer en la tentación de continuar un poco más en lo que estamos haciendo,
lo cual a veces es una verdadera tentación, pues siempre encontramos un motivo
para acabar lo que estamos haciendo en el momento de la nueva llamada. San
Benito es muy consciente de esto, por lo cual nos pide la disciplina de
obedecer al toque de campana. San Benito considera que no debemos estar
ociosos, y tampoco tener el trabajo simplemente como un medio ascético, de
ocupación de tiempo o entretenimiento. El trabajo de los monjes ha de ser
productivo, debe dar fruto, “Que todos
trabajen en la faena que se les encomienda”, dice la Regla. Ciertamente en
nuestra sociedad puede ser difícil que el trabajo de una comunidad monástica
sea competitivo en el mercado, pues es necesaria una especialidad, cumplir con
una normativa, elaborar unos productos que den un beneficio, y a la vez no
dejar de ser monjes, lo que supone una jornada laboral limitada en cuanto al
tiempo, pues no podemos olvidar la plegaria y la lectura, que deben de tener
una prioridad.
Este
tema del trabajo también fue considerado por la Carta de visita del Abad
General. Es un tema que nos convendría afrontar con rigor, tanto por el valor
monástico del trabajo, ya que forma parte de los tres pilares esenciales de
nuestra vida, como también porque dependemos
en exceso de los ingresos del turismo, y éste está sometido a oscilaciones que
no dan una total garantía; diríamos que viene a ser como un monocultivo y que
depende de un solo tipo de actividad, lo cual es demasiado arriesgado. Para
iniciar otra actividad es preciso hablarlo en comunidad, estudiar las
posibilidades y tomar una decisión entre todos, con un mínimo de riesgos, lo
cual es todo un reto, pero necesario, de afrontar en este tiempo.
No
menos importante es el papel que san Benito atribuye a este texto de la
lectura. Nuestra sociedad está saturada de información, pero no es informarnos
el que la Regla nos pide, sino formarnos. Una lectura pausada, meditada,
tranquila. En primer lugar, de la Palabra de Dios, en la Lectio divina; pero
también en el refectorio, en la colación y en la lectura privada de los padres
o autores espirituales.
La
Lectio divina como un contacto con la Escritura es un valor añadido destacado
por el Concilio Vaticano II. La Biblia
es y ha de ser el libro por excelencia que centre nuestro interés, el interés
de todo cristiano. La Escritura la podemos experimentar cada día como la
palabra viva de Dios. En ella destaca la gran importancia de la salmodia, hasta
el punto que en tiempo de san Benito era necesario memorizar el salterio.
Decía
el Papa Benedicto que los salmos son “lo que tradición bíblica da al pueblo de
creyentes para que lo convierta en su oración, en nuestra oración, en nuestra
manera de dirigirnos a Dios y de relacionarnos con él. En ellos se encuentra la
expresión de toda la experiencia humana en sus múltiples facetas y toda la gama
de sentimientos que acompañan la existencia del hombre. Se entrelazan y
expresan alegría y sufrimiento, deseo de Dios y percepción de la propia
indignidad, felicidad y sentido de abandono, confianza en Dios y dolorosa soledad,
plenitud de vida y miedo a morir. Toda la realidad del creyente confluye en los
Salmos, que el pueblo de Israel primero y la Iglesia después han asumido como
una mediación privilegiada de relación con el único Dios y respuesta adecuada a
su revelación en la historia. Como oraciones, los Salmos son manifestaciones
del Espíritu y de la fe en las cuales todos nos podemos reconocer y en donde se
comunica la experiencia de una particular proximidad a Dios, a la que están
llamados todos los hombres, y toda la
complejidad de la existencia humana se concentra en la complejidad de las
diferentes formas literarias de los diversos Salmos: himnos, lamentaciones,
súplicas individuales y colectivas, cantos de acción de gracias, salmos
penitenciales y otros géneros que se pueden encontrar en estas composiciones
poéticas”.
En
unos breves versos san Benito hace todo un repaso de los puntos fundamentales
de nuestra vida de monjes: plegaria, trabajo, Palabra, obedecer la
campana, priorizar los Salmos. Tengámoslo presnte a la horade revisar nuestra
vida.
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