domingo, 24 de octubre de 2021

CAPÍTULO 11, CÓMO HAN DE CELEBRARSE LAS VIGILIAS LOS DOMINGOS

 

CAPÍTULO 11

                CÓMO HAN DE CELEBRARSE LAS VIGILIAS LOS DOMINGOS

Los domingos levántense más temprano para las vigilias. 2 En estas vigilias se mantendrá íntegramente la misma medida; es decir, cantados seis salmos y el verso, tal como quedó dispuesto, sentados todos convenientemente y por orden en los escaños, se leen en el libro, como ya está dicho, cuatro lecciones con sus responsorios. 3 Pero solamente en el cuarto responsorio dirá gloria el que lo cante; y cuando lo comience se levantarán todos con reverencia. 4Después de las lecturas seguirán por orden otros seis salmos con antífonas, como los anteriores, y el verso. 5 A continuación se leen de nuevo otras cuatro lecciones con sus responsorios, de la manera como hemos dicho. 6 Después se dirán tres cánticos de los libros proféticos, los que el abad determine, salmodiándose con aleluya. 7 Dicho también el verso, y después de la bendición del abad, léanse otras cuatro lecturas del Nuevo Testamento de la manera ya establecida. 8 Acabado el cuarto responsorio, el abad entona el himno Te Deum laudamus. 9 Y, al terminarse, lea el mismo abad una lectura del libro de los evangelios, estando todos de pie con respeto y reverencia. 10 Cuando la concluye, respondan todos «Amén», e inmediatamente entonará el abad el himno Te decet laus. Y, una vez dada la bendición, comienzan el oficio de laudes. 11 Esta distribución de las vigilias del domingo debe mantenerse en todo tiempo, sea de invierno o de verano, 12 a no ser que, ¡ojalá no ocurra!, se levanten más tarde, y en ese caso se acortarán algo las lecturas o los responsorios. 13 Pero se pondrá sumo cuidado en que esto no suceda. Y, cuando así fuere, el causante de esta negligencia dará digna satisfacción a Dios en el oratorio.

Escribe san Juan Clímaco en el 19 grado de su Escala espiritual:

Cuando la campana da la señal para la plegaria, el monje que ama a Dios dice: “Bien, bien”.  Y el perezoso, en cambio, suspira: Ay de mí, ay de mí”.

La campana nos convoca cada día para celebrar las vigilias cuando todavía domina la noche, “Mediae noctis tempus est” cantamos en un himno de maitines. Esta plegaria nocturna ha tenido siempre un lugar importante en la liturgia. Fundamentalmente, expresa la espera del Señor que ya vino, que murió en la cruz, fue sepultado y resucitó, que subió al cielo, y que ahora esperamos su vuelta.

Esta hora litúrgica representa la última etapa de la plegaria, que tenía lugar durante la oscuridad, siguiendo el ejemplo del mismo Jesús que se retiraba en la noche para orar, como nos dice san Lucas: “Jesús se fue a la montaña para orar, y pasó toda la noche orando a Dios (Lc 6,12); o san Mateo: “después de despedirlos, subió solo a la montaña para orar” (Mt 14,23

No se sabe bien como está hora litúrgica se configuró en los primeros tiempos del cristianismo, la frecuencia que tenía, o si era una oración privada o comunitaria. Sí, que en la Edad Media, en el mundo monástico viene a ser un momento fuerte del día, en las Iglesias de Roma, Jerusalén, Milán  (López Martín, Julián), La oración de las Horas, p. 185-199).

Poco a poco, se situó en la hora antes del alba, en latín “matuta”, de donde viene el nombre de maitines. Las mismas palabras que han ido definiendo esta plegaria indican una cierta diversidad en su ubicación horaria. Parece que en la tradición benedictina la palabra latina “matutinum” significa un oficio de la mañana o del amanecer, mientras que, en general, en la Iglesia se utiliza más la palabra ·Vigilias”, en relación con la Vigilia Pascual, o las celebradas para iniciar las solemnidades de Navidad o Pentecostés, o en las catedrales, presididas por el obispo, y teniendo como modelo la liturgia de Jerusalén. Los Padres nos exhortan a la plegaria nocturna cuotidiana, estructurada a partir de los monasterios, a medianoche o al canto del gallo. Es lo nos dice el Sal 119: “A media noche me levanto para alabaros, porque sois justo en vuestros juicios (Sal 119,62)

La Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II nos dice que “la Hora llamada Maitines, aunque conserve su carácter de alabanza nocturna puede rezarse a cualquier hora del día” (SC 89c)

Lo ideal es mantener esta plegaria cuando todavía es noche. “Son dignos de alabanza los que mantienen el carácter nocturno del Oficio de Lectura” dice la Institutió Generalis Liturgiae Horarum. En cualquier caso, la Iglesia quiere que esta Hora conserve su importancia espiritual con lecturas; incluso el Vaticano II pide que “tenga menos salmos y lecturas más largas” (SC 89c). Esta Hora ya había sido objeto de diferentes cambios en las reformas del Oficio Divino y en el Vaticano II, ante aquellos que pedían incluso la desaparición de esta Hora, o su conversión en una lectura libre de la Escritura. Pero ha acabado por mantenerse como una plegaria eclesial pública, oficial.

Durante el Sínodo de Obispos de a967, un grupo de obispos insistió en la reconversión, eliminando salmos, y dando libertad en las lecturas. Quizás de aquí viene la denominación de Oficio de Lectura. Nos lo dice la misma Institutio Generalis Liturgiae Horarum: “La plegaria ha de acompañar la lectura bíblica, para que sea un verdadero coloquio entre Dios y el hombre, ya que “cuando oramos hablamos a Dios, y cuando leemos la Escritura escuchamos a Dios (DV 25). Este Oficio de Lectura no busca ser un estudio intelectual sino una meditación orante de la Escritura o del Magisterio de los Padres en un ciclo bianual.

Escribe San Juan Clímaco en su Escala Espiritual (grado 19):

“El mal monje está siempre despierto para una conversación; pero cuando llega la hora de la plegaria, entonces se le cierran los ojos. El monje relajado sobresale en charlar; pero cuando es la hora de la lectura es incapaz de tener los ojos abiertos”.

San Benito nos habla de lo importancia de los Maitines, que aumenta cuando los celebramos en domingo. Es preciso estar despiertos para empezar el Día del Señor, que iniciamos con las primeras Vísperas.

“Primo dierum Omnium” cantamos en la semana 1ª. En la tradición judía era el primer día de la semana, pero con la Resurrección de Cristo viene a ser “el día del Señor” (Apoc 1,10). En este día, además de la celebración de la Eucaristía, el oficio mas antiguo es la Vigilia, por esto san Benito nos propone un formulario más desarrollado, para los que desean celebrar la fiesta dominical de manera más intensa.

Escribe san Juan Pablo II: “Una aguda intuición pastoral va sugerir a la Iglesia cristianizar, para el domingo, el “día del sol”, expresión con la que los romanos llamaban a este día, y que todavía hoy aparece en algunas lenguas contemporáneas, apartando a los fieles de la seducción de los cultos que divinizaban el sol y orientando la celebración de este día hacia Cristo, verdadero sol de la humanidad”  (Dies Domini, 27)

¿Qué mejor manera de celebrar este Día del Señor que con los salmos y las lecturas que nos ofrece el oficio de Maitines? San Benito nos pide, incluso, de levantarnos más temprano, pero por lo menos no sea más tarde y tengamos que recortar el oficio.

Nos dice san Eusebio de Alejandría: “El sagrado día del Domingo es la conmemoración del Señor. Por esto se llama Domingo, que es como decir el primero de los días. De hecho, antes de la Pasión del Señor no se decía Domingo, sino el día primero. Este día primero el Señor se inicia con la Resurrección del Señor, es decir con la creación del mundo; este dio al mundo las primicias de la Resurrección; y también manda que celebremos los misterios sagrados. Por lo tanto, este día nos lleva al comienzo de toda gracia; el inicio de la creación del mundo, el inicio de la resurrección, el inicio de la semana. Al contemplar en este día tres comienzos, nos muestra el primado de la Santísima Trinidad”. (Sermón 6, 1-3)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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