domingo, 14 de marzo de 2021

CAPÍTULO 67 LOS MONJES ENVIADOS DE VIAJE

 

CAPÍTULO 67

LOS MONJES ENVIADOS DE VIAJE

1 Los monjes que van a salir de viaje se encomendarán a la oración de los hermanos y del abad, 2 y en las preces conclusivas de la obra de Dios se recordará siempre a todos los ausentes. 3 Al regresar del viaje los hermanos, el mismo día que vuelvan, se postrarán sobre el suelo del oratorio en todas las horas al terminarse la obra de Dios, 4 para pedir la oración de todos por las faltas que quizá les hayan sorprendido durante el camino viendo alguna cosa inconveniente u oyendo conversaciones ociosas. 5 Nadie se atreverá a contar a otro algo de lo que haya visto o escuchado fuera del monasterio, porque eso hace mucho daño. 6 Y el que se atreva a hacerlo será sometido a la sanción de la regla. 7 Otro tanto ha de hacerse con el que tuviera la audacia de salir fuera de la clausura del monasterio e ir a cualquier parte, o hacer alguna cosa, por insignificante que sea, sin autoridad del abad.

 

“Hacemos todo lo que podemos para unirnos en la plegaria, suplicando los unos por los otros… De esta forma, además de cumplir el mandamiento, nos estimulamos en la caridad; y cuando digo caridad intento expresar con esta palabra el conjunto de todos los bienes” (San Juan Crisóstomo, Hom. 2 Cor 2-4-5)

La plegaria tiene un papel fundamental en nuestra vida; a la cual no debemos anteponer nada. Por esto es un vehículo privilegiado de comunión, orando juntos, orando unos por otros, estimulándonos para una vida de caridad.

Un vínculo tan fuerte debe ser la plegaria que, incluso cuando estamos separados, cuando un hermano marcha de viaje, sigue siendo un vínculo de unión. No nos unen vínculos de amistad desde un punto de vista humano, porque a la comunidad nos unimos por amor a Cristo, y no por otras razones humanas. Y a todos nos une el mismo objetivo: buscar a Dios, buscar una vida cristocéntrica.

Por esto, cuando estamos juntos debemos cuidar la plegaria, ser conscientes de lo que estamos haciendo, de a quien nos dirigimos, y con quién lo estamos llevando a cabo. Si este carácter armónico y unitario da sentido a nuestra plegaria, entonces lo que nos dice san Benito adquiere un sentido pleno, pues el hermano ausente recordará a la comunidad cuando oré solo allí donde se halla, y ésta recordará al hermano ausente.

No es fácil, en ocasiones, para el ausente, encontrar un espacio y un tiempo para orar con una mínima calma, o en silencio. A veces será en un aeropuerto o en un avión, en una estación, o una sala de espera, en un hospital, en un sala de espera… Orando en estas condiciones difíciles es cuando esta comunión espiritual con toda la comunidad nos puede ayudar a orar con profundidad y concentración, que es cuando la plegaria es de verdadero provecho.

En la época de san Benito los viajes no eran habituales ni fáciles como lo vienen a ser ahora, pero lo que sucedía en aquella época, como en la nuestra, es que cuando nos salimos de nuestro marco habitual, de un ritmo más pausado, la plegaria puede suponer una mayor dificultad. Entonces, mantener el ritmo de la plegaria nos permite también mantener también la comunión espiritual con la comunidad de la que estamos ausentes.

Un segundo aspecto o dificultad que se puede presentar es la dispersión. También lo tiene en cuenta san Benito cuando nos propone acogernos a la plegaria. Pide al monje que ha de salir, encomendarse a la plegaria de todos lo hermanos, y que cuando vuelva lo haga de nuevo pidiendo el perdón del Señor por todas las faltas en las que haya podido caer. Quizás esta falta sea, precisamente, no haber puesto todo el interés en el Oficio, o menospreciarlo en uno u otro momento, o no haber puesto todo el interés en el Oficio.

Todavía nos advierte contra un tercer peligro: el explicar lo que hemos podido ver o sentir fuera del monasterio, y causar, así, daño a los hermanos. A veces caemos en esta trampa no queriendo causar daño, pero quizás, buscando, infantilmente, llamar la atención o la admiración de los demás, explicando unos hechos que nos han sucedido o vividos, podemos llevar a la comunidad un cierto malestar. Aquí san Benito nos habla de castigo por esta conducta.

San Benito sabe que somos humanos, débiles, por lo cual tiene conciencia de que podemos tener la tentación de salir del recinto monástico por cualquier motivo sin permiso, o sin comunicarlo a nadie. Este es el cuarto peligro del que nos habla san Benito en este capítulo, porque es un hecho que puede suceder.

Para evitar todas estas circunstancias, nada adecuadas para un monje, será preciso pedir la plegaria de los hermanos. Orar por los ausentes es la fórmula que nos propone san Benito, lo cual no es una mala fórmula. 

 

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