CAPÍTULO 48
EL TRABAJO
MANUAL DE CADA
DIA: LOS DÍAS DE CUARESMA
CAPÍTULO 49
LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA
14 Durante la cuaresma dedíquense a la lectura
desde por la mañana hasta finalizar la hora tercera, y después trabajarán en lo
que se les mandare hasta el final de la hora décima. 15 En esos días
de cuaresma recibirá cada uno su códice de la Biblia, que leerán por su orden y
enteramente; 16 estos códices se entregarán al principio de la
cuaresma. 17 Y es muy necesario designar a uno o dos ancianos que
recorran el monasterio durante las horas en que los hermanos están en la
lectura. 18 Su misión es observar si algún hermano, llevado de la
acedía, en vez de entregarse a la lectura, se da al ocio y a la charlatanería,
con lo cual no sólo se perjudica a sí mismo, sino que distrae a los demás. 19
Si a alguien se le encuentra de esta manera, lo que ojalá no suceda, sea
reprendido una y dos veces; 20 y, si no se enmienda, será sometido a
la corrección que es de regla, para que los demás escarmienten. 21 Ningún
hermano trate de nada con otro a horas indebidas. 22 Los domingos se
ocuparán todos en la lectura, menos los que estén designados para algún
servicio. 23 Pero a quien sea tan negligente y perezoso que no
quiera o no pueda dedicarse a la meditatio
o a la lectura, se le asignará alguna labor para que no esté desocupado. 24
A los hermanos enfermos o delicados se les encomendará una clase de trabajo
mediante el cual ni estén ociosos ni el esfuerzo les agote o les haga desistir.
25 El abad tendrá en cuenta su debilidad.
1 Aunque de suyo la vida del monje debería ser
en todo tiempo una observancia cuaresmal, 2 no obstante, ya que son
pocos los que tienen esa virtud, recomendamos que durante los días de cuaresma
todos juntos lleven una vida íntegra en toda pureza 3 y que en estos
días santos borren las negligencias del resto del año. 4 Lo cual
cumpliremos dignamente si reprimimos todos los vicios y nos entregamos a la
oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la
abstinencia. 5 Por eso durante estos días impongámonos alguna cosa
más a la tarea normal de nuestra servidumbre: oraciones especiales, abstinencia
en la comida y en la bebida, 6 de suerte que cada uno, según su
propia voluntad, ofrezca a Dios, con gozo del Espíritu Santo, algo por encima
de la norma que se haya impuesto; 7 es decir, que prive a su cuerpo
algo de la comida, de la bebida, del sueño, de las conversaciones y bromas y
espere la santa Pascua con el gozo de un anhelo espiritual. 8 Pero
esto que cada uno ofrece debe proponérselo a su abad para hacerlo con la ayuda
de su oración y su conformidad, 9 pues aquello que se realiza sin el
beneplácito del padre espiritual será considerado como presunción y vanagloria
e indigno de recompensa; 10 por eso, todo debe hacerse con el
consentimiento del abad.
La vida del monje
debería responder en todo tiempo a la observancia cuaresmal. La Cuaresma viene
a ser un tiempo privilegiado, un tiempo para vivir con intensidad, para
recuperar el tiempo perdido y poner la mirada en el objetivo, que no es otro
que la Pascua. Es un tiempo que nos sirve como ejemplo, como modelo para todo
nuestro camino monástico, pues el camino hacia la Pascua, es al comienzo
estrecho, como lo es la vida monástica. Y la meta de nuestra vida es la Pascua
definitiva para cada uno de nosotros, al final de nuestro camino en esta vida.
Este paralelismo lo
podemos percibir en la misma liturgia. Este primer domingo nos presenta el
episodio de las tentaciones de Jesús, también presentes en el camino monástico.
Tentación del tedio, de la rutina, de la pereza espiritual. Unas tentaciones
que podemos vencer con la plegaria, la lectura espiritual, la compunción del
corazón, como nos recomienda san Benito para este tiempo. La lectura tiene en
este primer domingo de Cuaresma un papel central: el libro que hemos escogido
nos debe ayudar a vivir este tiempo con especial intensidad. Por ello, san
Benito nos recomienda de leerlo entero, y sin distraernos.
La Cuaresma, para san
Benito tiene una doble vertiente: por un lado, la privación, la abstinencia la
compunción. No para vivirla con tristeza sino con esperanza, como unas
herramientas para este viaje espiritual, que nos ha de llevar juntos a la vida
eterna; por otro lado, está la vertiente de la esperanza. Escribe san Agustín: “tenemos que aprender lo que debemos menos
preciar en esta vida y lo que tenemos que esperar de la otra” (Carta 140).
Pongamos atención en
que san Benito, como siempre, no generaliza, sino que está atento a nuestras
debilidades. Sabe que vivir toda la vida como Cuaresma es muy difícil, por
ellos no nos pide solo de mortificarnos, sino de convertirnos, de avanzar en el
camino hacia Dios, buscando aquella virtud que nos deleite para llegar a
nuestro objetivo. Por ello, nos exhorta a tener un especial cuidado en la
vivencia de la Cuaresma, una cierta medida en cosas que deberíamos mantener
durante el año. Estas son, obviamente, aquellas que san Benito considera los
elementos esenciales de la vida monástica, y per extensión de toda la vida cristiana. Un primer aspecto que
las engloba todas es la búsqueda de la pureza de vida, de escapar de las
preocupaciones de otros momentos que nos distraen de este camino. Una pureza
que, en un sentido general y profundo, corresponde a la idea de san Benito
sobre la simplicidad, de tener claro el sentido de nuestra vida como monjes,
como cristianos, sin distracciones ni negligencias.
Para alcanzar esta
unidad, esta simplicidad o pureza de vida, será preciso abstenernos de los
vicios, utilizando los medios adecuados. Plegaria, lectura, abstinencia… El
contexto en el que cita san Benito estos elementos nos muestra que no son un
fin en sí mismos, sino medios a utilizar para alcanzar un corazón no dividido
ni disperso.
Si durante la Cuaresma
se utilizan de manera más intensa estos medios, un poco más allá de lo que pide
la Regla debe ser siempre una decisión personal, libre, pues es algo que se
ofrece a Dios, y, lo más importante, lo único que, en definitiva, hemos de
ofrecer a Dios, es nuestra voluntad, nuestro amor, y esta ofrenda solo se puede
hacer con alegría, con la alegría de la esperanza de Pascua.
Para san Benito toda la
vida monástica tiende hacia la alegría, hacia la plenitud de la vida, que
solamente podemos recibir de Dios por medio de su gracia, y no exigirla, sino
desearla, pidiéndola. Deseo de plenitud de vida y aspiración a transformarnos
en imagen de Cristo, lo cual solamente puede ir realizándose en nosotros en
tanto en cuanto decrecen nuestras apetencias personales, aquellas que nos
alejan del deseo de Dios; y pasando de nuestro egocentrismo al cristocentrismo
que no debe de guiar en todo momento.
Como escuchamos en la
lectura de nuestras Constituciones, nuestra vida monástica tiene como finalidad
la búsqueda y encuentro de Dios. Y el Mediador y Camino que nos lleva a Dios
es Cristo, a quien deseamos seguir, como
enseña el Evangelio, de manera radical (Art 17).
Pero esto no puede una
búsqueda fruto de la vanidad personal. San Benito insiste en que cualquier
esfuerzo particular ha de ser un acto realmente personal v voluntario,
acompañado de un discernirniento sobre si esto nos acerca Dios o nos aleja, en
el contexto de una comunidad concreta. Y san Benito concreta en obtener el
permiso del abad como objetivo de ayudarnos a alcanzar la pureza de nuestro
corazón.
Decía Benedicto XVI en su última audiencia general:
“Superar la tentación de someter Dios a nosotros mismos, a
nuestros intereses, o de ponerlo en un rincón, y ponerse en el orden justo de
prioridades, dar a Dios el primer lugar, éste es un camino que cada cristiano
debe recorrer siempre de nuevo. “Convertir-se”, una invitación que escuchamos
muchas veces en la Cuaresma, viene a significar un seguir a Jesús de manera que
su Evangelio sea la guía de nuestra vida. Significa dejar que Dios nos
transforme, dejar de pensar que somos nosotros los únicos conductores de
nuestra existencia; significa reconocer que somos criaturas que dependemos de
Dios, de su amor. Y solo “perdiendo” nuestra vida en Él podemos ganarla. Esto
exige tomar nuestras decisiones a la luz de la Palabra de Dios”.
Que la Palabra de Dios y su lectura nos guíen en este camino
hacia la Pascua.
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