domingo, 1 de marzo de 2020

CAPÍTULO 49 LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA


CAPÍTULO  48

EL TRABAJO  MANUAL  DE  CADA  DIA:   LOS DÍAS DE CUARESMA

CAPÍTULO 49

LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA


14 Durante la cuaresma dedíquense a la lectura desde por la mañana hasta finalizar la hora tercera, y después trabajarán en lo que se les mandare hasta el final de la hora décima. 15 En esos días de cuaresma recibirá cada uno su códice de la Biblia, que leerán por su orden y enteramente; 16 estos códices se entregarán al principio de la cuaresma. 17 Y es muy necesario designar a uno o dos ancianos que recorran el monasterio durante las horas en que los hermanos están en la lectura. 18 Su misión es observar si algún hermano, llevado de la acedía, en vez de entregarse a la lectura, se da al ocio y a la charlatanería, con lo cual no sólo se perjudica a sí mismo, sino que distrae a los demás. 19 Si a alguien se le encuentra de esta manera, lo que ojalá no suceda, sea reprendido una y dos veces; 20 y, si no se enmienda, será sometido a la corrección que es de regla, para que los demás escarmienten. 21 Ningún hermano trate de nada con otro a horas indebidas. 22 Los domingos se ocuparán todos en la lectura, menos los que estén designados para algún servicio. 23 Pero a quien sea tan negligente y perezoso que no quiera o no pueda dedicarse a la meditatio o a la lectura, se le asignará alguna labor para que no esté desocupado. 24 A los hermanos enfermos o delicados se les encomendará una clase de trabajo mediante el cual ni estén ociosos ni el esfuerzo les agote o les haga desistir. 25 El abad tendrá en cuenta su debilidad.



1 Aunque de suyo la vida del monje debería ser en todo tiempo una observancia cuaresmal, 2 no obstante, ya que son pocos los que tienen esa virtud, recomendamos que durante los días de cuaresma todos juntos lleven una vida íntegra en toda pureza 3 y que en estos días santos borren las negligencias del resto del año. 4 Lo cual cumpliremos dignamente si reprimimos todos los vicios y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia. 5 Por eso durante estos días impongámonos alguna cosa más a la tarea normal de nuestra servidumbre: oraciones especiales, abstinencia en la comida y en la bebida, 6 de suerte que cada uno, según su propia voluntad, ofrezca a Dios, con gozo del Espíritu Santo, algo por encima de la norma que se haya impuesto; 7 es decir, que prive a su cuerpo algo de la comida, de la bebida, del sueño, de las conversaciones y bromas y espere la santa Pascua con el gozo de un anhelo espiritual. 8 Pero esto que cada uno ofrece debe proponérselo a su abad para hacerlo con la ayuda de su oración y su conformidad, 9 pues aquello que se realiza sin el beneplácito del padre espiritual será considerado como presunción y vanagloria e indigno de recompensa; 10 por eso, todo debe hacerse con el consentimiento del abad.



La vida del monje debería responder en todo tiempo a la observancia cuaresmal. La Cuaresma viene a ser un tiempo privilegiado, un tiempo para vivir con intensidad, para recuperar el tiempo perdido y poner la mirada en el objetivo, que no es otro que la Pascua. Es un tiempo que nos sirve como ejemplo, como modelo para todo nuestro camino monástico, pues el camino hacia la Pascua, es al comienzo estrecho, como lo es la vida monástica. Y la meta de nuestra vida es la Pascua definitiva para cada uno de nosotros, al final de nuestro camino en esta vida.

Este paralelismo lo podemos percibir en la misma liturgia. Este primer domingo nos presenta el episodio de las tentaciones de Jesús, también presentes en el camino monástico. Tentación del tedio, de la rutina, de la pereza espiritual. Unas tentaciones que podemos vencer con la plegaria, la lectura espiritual, la compunción del corazón, como nos recomienda san Benito para este tiempo. La lectura tiene en este primer domingo de Cuaresma un papel central: el libro que hemos escogido nos debe ayudar a vivir este tiempo con especial intensidad. Por ello, san Benito nos recomienda de leerlo entero, y sin distraernos.


La Cuaresma, para san Benito tiene una doble vertiente: por un lado, la privación, la abstinencia la compunción. No para vivirla con tristeza sino con esperanza, como unas herramientas para este viaje espiritual, que nos ha de llevar juntos a la vida eterna; por otro lado, está la vertiente de la esperanza. Escribe san Agustín: “tenemos que aprender lo que debemos menos preciar en esta vida y lo que tenemos que esperar de la otra” (Carta 140).


Pongamos atención en que san Benito, como siempre, no generaliza, sino que está atento a nuestras debilidades. Sabe que vivir toda la vida como Cuaresma es muy difícil, por ellos no nos pide solo de mortificarnos, sino de convertirnos, de avanzar en el camino hacia Dios, buscando aquella virtud que nos deleite para llegar a nuestro objetivo. Por ello, nos exhorta a tener un especial cuidado en la vivencia de la Cuaresma, una cierta medida en cosas que deberíamos mantener durante el año. Estas son, obviamente, aquellas que san Benito considera los elementos esenciales de la vida monástica, y per extensión de  toda la vida cristiana. Un primer aspecto que las engloba todas es la búsqueda de la pureza de vida, de escapar de las preocupaciones de otros momentos que nos distraen de este camino. Una pureza que, en un sentido general y profundo, corresponde a la idea de san Benito sobre la simplicidad, de tener claro el sentido de nuestra vida como monjes, como cristianos, sin distracciones ni negligencias.


Para alcanzar esta unidad, esta simplicidad o pureza de vida, será preciso abstenernos de los vicios, utilizando los medios adecuados. Plegaria, lectura, abstinencia… El contexto en el que cita san Benito estos elementos nos muestra que no son un fin en sí mismos, sino medios a utilizar para alcanzar un corazón no dividido ni disperso.


Si durante la Cuaresma se utilizan de manera más intensa estos medios, un poco más allá de lo que pide la Regla debe ser siempre una decisión personal, libre, pues es algo que se ofrece a Dios, y, lo más importante, lo único que, en definitiva, hemos de ofrecer a Dios, es nuestra voluntad, nuestro amor, y esta ofrenda solo se puede hacer con alegría, con la alegría de la esperanza de Pascua.

Para san Benito toda la vida monástica tiende hacia la alegría, hacia la plenitud de la vida, que solamente podemos recibir de Dios por medio de su gracia, y no exigirla, sino desearla, pidiéndola. Deseo de plenitud de vida y aspiración a transformarnos en imagen de Cristo, lo cual solamente puede ir realizándose en nosotros en tanto en cuanto decrecen nuestras apetencias personales, aquellas que nos alejan del deseo de Dios; y pasando de nuestro egocentrismo al cristocentrismo que no debe de guiar en todo momento.

Como escuchamos en la lectura de nuestras Constituciones, nuestra vida monástica tiene como finalidad la búsqueda y encuentro de Dios. Y el Mediador y Camino que nos lleva a Dios es  Cristo, a quien deseamos seguir, como enseña el Evangelio, de manera radical (Art 17).

Pero esto no puede una búsqueda fruto de la vanidad personal. San Benito insiste en que cualquier esfuerzo particular ha de ser un acto realmente personal v voluntario, acompañado de un discernirniento sobre si esto nos acerca Dios o nos aleja, en el contexto de una comunidad concreta. Y san Benito concreta en obtener el permiso del abad como objetivo de ayudarnos a alcanzar la pureza de nuestro corazón.

Decía  Benedicto XVI en su última audiencia general:

“Superar la tentación de someter Dios a nosotros mismos, a nuestros intereses, o de ponerlo en un rincón, y ponerse en el orden justo de prioridades, dar a Dios el primer lugar, éste es un camino que cada cristiano debe recorrer siempre de nuevo. “Convertir-se”, una invitación que escuchamos muchas veces en la Cuaresma, viene a significar un seguir a Jesús de manera que su Evangelio sea la guía de nuestra vida. Significa dejar que Dios nos transforme, dejar de pensar que somos nosotros los únicos conductores de nuestra existencia; significa reconocer que somos criaturas que dependemos de Dios, de su amor. Y solo “perdiendo” nuestra vida en Él podemos ganarla. Esto exige tomar nuestras decisiones a la luz de la Palabra de Dios”.

Que la Palabra de  Dios y su lectura nos guíen en este camino hacia la Pascua.

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