domingo, 9 de agosto de 2020

CAPÍTULO 29 SI DEBEN SER READMITIDOS LOS HERMANOS QUE SE VAN DEL MONASTERIO


CAPÍTULO 29
SI DEBEN SER READMITIDOS LOS HERMANOS
QUE SE VAN DEL MONASTERIO

1Si un hermano que por su culpa ha salido del monasterio quiere volver otra vez, antes debe prometer la total enmienda de aquello que motivó su salida, 2 y con esta condición será recibido en el último lugar, para probar así su humildad. 3Y, si de nuevo volviere a salir, se le recibirá hasta tres veces; pero sepa que en lo sucesivo se le denegará toda posibilidad de retorno al monasterio.

Los monjes hacen voto de estabilidad. Es una de las características de nuestro compromiso monástico, pero esto no nos exime de crisis, más o menos graves, pero que en ocasiones nos pueden llevar a abandonar el monasterio.

De hecho, un repaso al libro de las vesticiones desde 1940, nos encontramos con un total de 158 vesticiones de hábito. Han perseverado hasta la muerte, 28. Permanecemos en el monasterio, 27. Han pasado a otros monasterios u órdenes, 15.  Al clero diocesano pasaron 10, y 78 al estado laical. Es decir, un 65% no perseveró en el monasterio, mientras permaneció fiel un 35%. Se puede añadir, que de los abandonos tres volvieron, y otro lo dejó definitivamente más adelante.

Volver no parece la tónica habitual, pues de hecho san Benito no pone fáciles las condiciones. Primero es preciso reconocer la propia culpa, después hacer un propósito de enmienda de la causa por la cual se salió; y todavía, como final, la prueba de la humildad. Esta virtud, que a todos nos cuesta vivir sinceramente. Como dice san Benito, en los grados de la humildad, es preciso sentirlo en el fondo del corazón, o como dice cuando habla de los instrumentos de las buenas obras, respecto a la santidad, no querer que nos lo digan antes de ser, sino ser primero, para que después nos lo puedan decir con verdad.
Nuestra vida como monjes es una carrera de fondo, como de hecho lo es también nuestra vida cristiana; y es al final es cuando se puede hacer balance de si, como dice el Apóstol, “acabada la carrera hemos librado el buen combate” y conservado la vocación y la fe… Pues cualquier otro balance siempre llevará la etiqueta de lo provisional.

Hace unos años un Abad General de nuestra Orden escribía en relación a la muerte de los monjes: “de qué mueren”, “como mueren”... Quizás podríamos hacernos las mismas preguntas ahora: “por qué marchan”,  “cómo marchan”.  Con seguridad que hay de todo: una vocación poco madurada, fruto de la aplicación del Concilio Vaticano II, de su interpretación y aplicación; otros, por una vocación difuminada por falta de plegaria, trabajo, o de contacto con la Palabra, pues como escribe san Bernardo: “si el corazón, a quien busca tentar algún demonio meridiano no está iluminado como el mediodía por el sol que nace de lo alto, y hace patente su falsedad, no podrá prevenirse y le derrotará sin remedio, presentándose como bueno, para hacer creer al incauto y desprevenido que el mal es un bien” (Sermón 38, Sobre el Cántico)

También la razón de un abandono puede venir de la insatisfacción de nuestras humanas ambiciones, que nos pueden arrastrar, o, incluso, caer en escrúpulos. Habría que decir que el Vaticano II, no significó por si mismo una crisis en la vida religiosa, pero sí un nuevo planteamiento donde muchas supuestas seguridades basadas mas en costumbres que arraigadas en una espiritualidad profunda, influyeron en muchos abandonos.

Una parte importante de la razón de los abandonos se cruzan con problemas de vida comunitaria, que es una de las dificultades importantes. De aquí que san Benito hable de que nadie tome la defensa de otro, o no hacer grupos… porque van poco a poco evolucionando en la exclusión de otros, y que puede venir a ser el único motivo de permanecer en el monasterio. No es un motivo válido para ninguna vocación, o para quedarse por inercia por no saber a dónde ir.

Puede haber otra causa de abandono, que no es una separación física sino espiritual. Ser monje habiendo perdido la vocación, permanecer en el monasterio por rutina… De todo esto nos puede costar más el volver, si se tiene en cuenta el planteamiento de san Benito: voluntad de volver, prometer un sincero arrepentimiento de lo que nos llevó al abandono espiritual y ser probados en la humildad.

De nuestros hermanos de comunidad, 28 que han sido en uno u otro momento, sirven de modelo para la perseverancia. Pero de los han marchado, a otras experiencias monásticas, o al clero diocesano, o para formar una familia… podemos aprender algo. Ciertamente los errores o las vidas de los otros no serán nunca una experiencia personal propia, pero de alguna manera nos pueden hacer pensar y ayudar a superar momentos bajos y críticos de nuestra vida monástica.

No debemos contemplar a quienes abandonan como fracasados, o como culpables, pues el Señor habla de muchas y diversas maneras, y lo hace en cada momento de nuestra vida de acuerdo a lo que cree mejor para cada uno.

San Benito nos habla en el Prólogo de pedir al Señor con una plegaria insistente, que lleve a término cualquier cosa que empecemos a hacer. Esta confianza en el Señor nos ha de guiar y motivar siempre, no desesperando nunca de su misericordia.



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