CAPÍTULO
29
SI
DEBEN SER READMITIDOS LOS HERMANOS
QUE
SE VAN DEL MONASTERIO
1Si
un hermano que por su culpa ha salido del monasterio quiere volver otra vez,
antes debe prometer la total enmienda de aquello que motivó su salida, 2
y con esta condición será recibido en el último lugar, para probar así su
humildad. 3Y, si de nuevo volviere a salir, se le recibirá hasta
tres veces; pero sepa que en lo sucesivo se le denegará toda posibilidad de
retorno al monasterio.
Los monjes hacen voto
de estabilidad. Es una de las características de nuestro compromiso monástico,
pero esto no nos exime de crisis, más o menos graves, pero que en ocasiones nos
pueden llevar a abandonar el monasterio.
De hecho, un repaso al
libro de las vesticiones desde 1940, nos encontramos con un total de 158
vesticiones de hábito. Han perseverado hasta la muerte, 28. Permanecemos en el
monasterio, 27. Han pasado a otros monasterios u órdenes, 15. Al clero diocesano pasaron 10, y 78 al estado
laical. Es decir, un 65% no perseveró en el monasterio, mientras permaneció
fiel un 35%. Se puede añadir, que de los abandonos tres volvieron, y otro lo
dejó definitivamente más adelante.
Volver no parece la
tónica habitual, pues de hecho san Benito no pone fáciles las condiciones.
Primero es preciso reconocer la propia culpa, después hacer un propósito de enmienda
de la causa por la cual se salió; y todavía, como final, la prueba de la
humildad. Esta virtud, que a todos nos cuesta vivir sinceramente. Como dice san
Benito, en los grados de la humildad, es preciso sentirlo en el fondo del
corazón, o como dice cuando habla de los instrumentos de las buenas obras,
respecto a la santidad, no querer que nos lo digan antes de ser, sino ser
primero, para que después nos lo puedan decir con verdad.
Nuestra vida como
monjes es una carrera de fondo, como de hecho lo es también nuestra vida
cristiana; y es al final es cuando se puede hacer balance de si, como dice el
Apóstol, “acabada la carrera hemos librado el buen combate” y conservado la
vocación y la fe… Pues cualquier otro balance siempre llevará la etiqueta de lo
provisional.
Hace unos años un Abad
General de nuestra Orden escribía en relación a la muerte de los monjes: “de
qué mueren”, “como mueren”... Quizás podríamos hacernos las mismas preguntas
ahora: “por qué marchan”, “cómo
marchan”. Con seguridad que hay de todo:
una vocación poco madurada, fruto de la aplicación del Concilio Vaticano II, de
su interpretación y aplicación; otros, por una vocación difuminada por falta de
plegaria, trabajo, o de contacto con la Palabra, pues como escribe san
Bernardo: “si el corazón, a quien busca tentar algún demonio meridiano no
está iluminado como el mediodía por el sol que nace de lo alto, y hace patente
su falsedad, no podrá prevenirse y le derrotará sin remedio, presentándose como
bueno, para hacer creer al incauto y desprevenido que el mal es un bien”
(Sermón 38, Sobre el Cántico)
También la razón de un
abandono puede venir de la insatisfacción de nuestras humanas ambiciones, que
nos pueden arrastrar, o, incluso, caer en escrúpulos. Habría que decir que el
Vaticano II, no significó por si mismo una crisis en la vida religiosa, pero sí
un nuevo planteamiento donde muchas supuestas seguridades basadas mas en
costumbres que arraigadas en una espiritualidad profunda, influyeron en muchos
abandonos.
Una parte importante de
la razón de los abandonos se cruzan con problemas de vida comunitaria, que es
una de las dificultades importantes. De aquí que san Benito hable de que nadie
tome la defensa de otro, o no hacer grupos… porque van poco a poco
evolucionando en la exclusión de otros, y que puede venir a ser el único motivo
de permanecer en el monasterio. No es un motivo válido para ninguna vocación, o
para quedarse por inercia por no saber a dónde ir.
Puede haber otra causa
de abandono, que no es una separación física sino espiritual. Ser monje
habiendo perdido la vocación, permanecer en el monasterio por rutina… De todo
esto nos puede costar más el volver, si se tiene en cuenta el planteamiento de
san Benito: voluntad de volver, prometer un sincero arrepentimiento de lo que
nos llevó al abandono espiritual y ser probados en la humildad.
De nuestros hermanos de
comunidad, 28 que han sido en uno u otro momento, sirven de modelo para la
perseverancia. Pero de los han marchado, a otras experiencias monásticas, o al
clero diocesano, o para formar una familia… podemos aprender algo. Ciertamente
los errores o las vidas de los otros no serán nunca una experiencia personal
propia, pero de alguna manera nos pueden hacer pensar y ayudar a superar
momentos bajos y críticos de nuestra vida monástica.
No debemos contemplar a
quienes abandonan como fracasados, o como culpables, pues el Señor habla de
muchas y diversas maneras, y lo hace en cada momento de nuestra vida de acuerdo
a lo que cree mejor para cada uno.
San Benito nos habla en
el Prólogo de pedir al Señor con una plegaria insistente, que lleve a término
cualquier cosa que empecemos a hacer. Esta confianza en el Señor nos ha de
guiar y motivar siempre, no desesperando nunca de su misericordia.
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