CAPÍTULO
10
CÓMO
HA DE CELEBRARSE EN VERANO LA ALABANZA NOCTURNA
Desde
Pascua hasta las calendas de noviembre se mantendrá el número de salmos
indicado anteriormente, 2 y sólo se dejarán de leer las lecturas del libro,
porque las noches son cortas. Y en su lugar se dirá solamente una, de memoria,
tomada del Antiguo Testamento, seguida de un responsorio breve. 3 Todo lo demás
se hará tal como hemos dicho; esto es, que nunca se digan menos de doce salmos
en las vigilias de la noche, sin contar el 3 y el 94.
Una
vez subidos todos los grados de la humildad, san Benito trata de la alabanza
nocturna, con especial atención a la distribución de la salmodia. Para orar con
los salmos necesitamos una doble disposición: Espiritual y corporal. Ya que, en
el primer capítulo dedicado al Oficio Nocturno, nos habla de dormir un poco más
de la media noche y levantarnos bien dispuestos.
La
Palabra de Dios ocupa un lugar central en nuestra vida diaria; cada acto de
nuestra existencia es una respuesta a la interpelación directa de la Palabra de
Dios. En la Escritura es él quien nos habla y esta Palabra adquiere el sentido
pleno en la liturgia, en el Oficio Divino.
Con
san Benito, la liturgia adquiere un lugar todavía más importante en la
espiritualidad monástica, destacando por encima de todos dos aspectos, la
importancia del número Doce, y el lugar importante de la salmodia en la
recitación del Oficio Divino. Nos habla de recitar una cantidad determinada de
Salmos, sin olvidar la particularidad de la estación año en que se encuentran
en cada momento.
Distribuye
el Año en dos grandes estaciones, a partir de un criterio temporal, pero, sobre
todo, litúrgico.
Una
parte del año va de Pascua hasta el uno de noviembre, y una segunda desde el
uno de noviembre hasta Pascua. A lo largo de toda la Regla tiene presente que
hay unos meses durante el año en que los días son más largos, y otros en que lo
son las noches. La liturgia tiene en cuenta la variable del tiempo, para hacer
algunas cosas con la luz del día, como la última refección, o si se trata de la
noche, la alabanza nocturna.
En
este capítulo concreto, queda claro, pero hay unos mínimos para cumplir, como
los doce salmos, cifra también presente a lo largo de la Regla; se pueden
abreviar las lecturas o los responsorios, pero no los salmos. Sigue, san
Benito, las pautas dadas por Casiano. Los Salmos son una parte esencial, por lo
que es algo a respetar, no pudiendo reagrupar salmos, o recitar una parte, ya
que viene a ser un resumen de toda la Escritura, un elemento esencial de la
presencia de Cristo. Y acaba con una precisión importante: el salmo 3 y el 94
no se deben menospreciar, no entrando en el grupo de los Doce. En el fondo está
la idea de que doce salmos cada noche son necesarios para orar el salterio a lo
largo de la semana. Orar cada día, a cada hora del día, de manera que nosotros,
tibios, lleguemos a cumplir en una semana lo que nuestros padres hacían en un
solo día. (Cf. RB 18,25)
Entre
las prescripciones puntuales de este capítulo está la idea de fondo, recogida
de la tradición monástica, de la centralidad de la salmodia en el Oficio
Divino. Las sucesivas reformas de la estructura de la alabanza nocturna y de
toda la Liturgia de las Horas han primado la cualidad de la plegaria por encima
del número, pero quizás la liturgia sale debilitada. Hoy nuestro Oficio no
tiene diferencia entre el verano y el invierno, de la misma manera que no se
hacía en la época de san Benito en las catedrales.
En
cualquier caso, la idea de fondo de este capítulo de la Regla sigue vigente: la
centralidad del Escritura en nuestra vida, y muy especialmente la importancia
de la Salmodia en nuestra plegaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario