domingo, 18 de abril de 2021

CAPÍTULO 10 CÓMO HA DE CELEBRARSE EN VERANO LA ALABANZA NOCTURNA

 

CAPÍTULO 10

CÓMO HA DE CELEBRARSE EN VERANO LA ALABANZA NOCTURNA

Desde Pascua hasta las calendas de noviembre se mantendrá el número de salmos indicado anteriormente, 2 y sólo se dejarán de leer las lecturas del libro, porque las noches son cortas. Y en su lugar se dirá solamente una, de memoria, tomada del Antiguo Testamento, seguida de un responsorio breve. 3 Todo lo demás se hará tal como hemos dicho; esto es, que nunca se digan menos de doce salmos en las vigilias de la noche, sin contar el 3 y el 94.

Una vez subidos todos los grados de la humildad, san Benito trata de la alabanza nocturna, con especial atención a la distribución de la salmodia. Para orar con los salmos necesitamos una doble disposición: Espiritual y corporal. Ya que, en el primer capítulo dedicado al Oficio Nocturno, nos habla de dormir un poco más de la media noche y levantarnos bien dispuestos.

La Palabra de Dios ocupa un lugar central en nuestra vida diaria; cada acto de nuestra existencia es una respuesta a la interpelación directa de la Palabra de Dios. En la Escritura es él quien nos habla y esta Palabra adquiere el sentido pleno en la liturgia, en el Oficio Divino.

Con san Benito, la liturgia adquiere un lugar todavía más importante en la espiritualidad monástica, destacando por encima de todos dos aspectos, la importancia del número Doce, y el lugar importante de la salmodia en la recitación del Oficio Divino. Nos habla de recitar una cantidad determinada de Salmos, sin olvidar la particularidad de la estación año en que se encuentran en cada momento.

Distribuye el Año en dos grandes estaciones, a partir de un criterio temporal, pero, sobre todo, litúrgico.

Una parte del año va de Pascua hasta el uno de noviembre, y una segunda desde el uno de noviembre hasta Pascua. A lo largo de toda la Regla tiene presente que hay unos meses durante el año en que los días son más largos, y otros en que lo son las noches. La liturgia tiene en cuenta la variable del tiempo, para hacer algunas cosas con la luz del día, como la última refección, o si se trata de la noche, la alabanza nocturna.

En este capítulo concreto, queda claro, pero hay unos mínimos para cumplir, como los doce salmos, cifra también presente a lo largo de la Regla; se pueden abreviar las lecturas o los responsorios, pero no los salmos. Sigue, san Benito, las pautas dadas por Casiano. Los Salmos son una parte esencial, por lo que es algo a respetar, no pudiendo reagrupar salmos, o recitar una parte, ya que viene a ser un resumen de toda la Escritura, un elemento esencial de la presencia de Cristo. Y acaba con una precisión importante: el salmo 3 y el 94 no se deben menospreciar, no entrando en el grupo de los Doce. En el fondo está la idea de que doce salmos cada noche son necesarios para orar el salterio a lo largo de la semana. Orar cada día, a cada hora del día, de manera que nosotros, tibios, lleguemos a cumplir en una semana lo que nuestros padres hacían en un solo día. (Cf. RB 18,25)

Entre las prescripciones puntuales de este capítulo está la idea de fondo, recogida de la tradición monástica, de la centralidad de la salmodia en el Oficio Divino. Las sucesivas reformas de la estructura de la alabanza nocturna y de toda la Liturgia de las Horas han primado la cualidad de la plegaria por encima del número, pero quizás la liturgia sale debilitada. Hoy nuestro Oficio no tiene diferencia entre el verano y el invierno, de la misma manera que no se hacía en la época de san Benito en las catedrales.

En cualquier caso, la idea de fondo de este capítulo de la Regla sigue vigente: la centralidad del Escritura en nuestra vida, y muy especialmente la importancia de la Salmodia en nuestra plegaria.  

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario