domingo, 12 de septiembre de 2021

CAPÍTULO 61 LA ACOGIDA DE LOS MONJES FORASTEROS

 

CAPÍTULO 61

LA ACOGIDA DE LOS MONJES FORASTEROS

Si algún monje forastero que viene de una región lejana desea habitar en el monasterio, 2 si le satisfacen las costumbres que en él encuentra y no perturba con sus vanas exigencias al monasterio, 3 sino que simplemente se contenta con lo que halla, sea recibido por todo el tiempo que él quiera. 4 Y, si hace alguna crítica o indicación razonable con una humilde caridad, medite el abad prudentemente si el Señor no le habrá enviado precisamente para eso. 5 Si más adelante desea incorporarse definitivamente al monasterio, no se le rechace su deseo, ya que se pudo conocer bien su tenor de vida durante el tiempo que permaneció como huésped. 6 Mas si durante su estancia se vio que es un exigente o un vicioso, 7 no solamente tendrán que denegarle su vinculación a la comunidad monástica, sino que han de invitarle amablemente a que se vaya, para que no se corrompan los demás con sus desórdenes. 8 Mas si, por el contrario, no merece ser despedido, no sólo ha de admitírsele como miembro de la comunidad, si él lo pide, 9 sino que han de convencerle para que se quede, con el fin de que con su ejemplo edifique a los demás 10 y porque en todas partes se sirve a un mismo Señor y se milita para el mismo rey. 11 El abad podrá incluso asignarle un grado superior, si a su juicio lo merece. 12 Y no sólo a cualquier monje, sino también a los que pertenecen al orden sacerdotal y clerical, de quienes ya hemos tratado, podrá el abad ascenderlos a un grado superior al que les corresponde por su ingreso, si cree que su vida se lo merece. 13 Pero el abad nunca recibirá a un monje de otro monasterio para vivir allí sin el consentimiento de su propio abad o sin una carta de recomendación, 14 porque está escrito: «No hagas a otro lo que no quieras te hagan a ti».

“En todo lugar se sirve a un mismo Señor, se milita para un mismo rey”, dice a modo de resumen san Benito.

Venimos al monasterio a servir y militar; nuestra vida de monjes se va construyendo, configurando día a día, en una vida diaria, a veces monótona, lo cual viene a decirnos que no hay grandes acontecimientos, sino un camino de regularidad y centralidad en Cristo. Quién sabe, si el Señor, en ocasiones, nos presenta situaciones difíciles para que aprendamos y crezcamos; momentos de crisis; momentos de sentirnos bien con nuestra opción de vida; momentos en que podemos pensar si nos hemos equivocado…, pero de las dificultades y pruebas siempre podemos y debemos aprender, pues son una verdadera ocasión de servir, militar y crecer.

San Benito, que conoce bien los puntos débiles del monje, sabe de nuestra tentación de pensar que hemos venidos a ser servidos y no a servir. Venir a servir, quiere decir estar satisfechos con las costumbres que encontramos en el monasterio, y también no perturbar la comunidad con nuestras pretensiones, contentarnos con lo que encontramos, y si se trata de hacer ver un fallo o defecto hacerlo con caridad y humildad.

Puesto que, si presionamos con nuestras pretensiones, si nos sentimos el centro y rechazamos lo de los demás, si nos sentimos protagonistas de la obra y vemos a los demás como actores secundarios que hay que soportar, puede ser que nuestra miseria acabe por contagiar a otros y vengamos a ser semilla de discordia empujados por nuestro orgullo.

San Benito nos habla en estos capítulos de las diferentes clases de hermanos que pueden llamar a la puerta del monasterio. En el capítulo 58 da unas líneas generales, para hablarnos después de los infantes nobles o pobres, de los sacerdotes, o de los que siendo monjes vienen de otro monasterio. Todos se incorporan a una comunidad ya existente, con sus luces y sus sombras, y con un camino para hacer juntos hacia la vida eterna, que es nuestro objetivo.

En la vida monástica, en la vida de todo cristiano, no debemos erigirnos en un nuevo san Benito, ni presentarnos con ideas preconcebidas que alejan de un verdadero progreso en la vida monástica. Todos hacemos camino, todos somos imperfectos y todos somos perfectibles por la gracia de Dios.

Este capítulo tiene una lectura activa y otra pasiva. Nos puede visitar un monje de otro monasterio, o ser nosotros quienes visitemos otra comunidad; siempre se puede aprender de estas visitas, pues siempre hay diferencias de un monasterio a otro, aunque la tipología del monje se suele repetir, las reacciones humanas semejantes, la manera concreta de vivir el ideal monástico puede variar en las costumbres que han ido configurando la comunidad, pero nunca las costumbres son el verdadero objetivo de nuestra vida; nos pueden ayudar pero el servicio es para el Señor, nuestro único Señor.

Quedar satisfecho con lo que se encuentra, con las costumbres -contentus est consuetudinem- nos muestra la idea de san Benito de la satisfacción como virtud. Realmente es una virtud importante en la vida monástica, o en cualquiera otra vida y no una autosatisfacción egocéntrica.

Como escribe Aquinata Bockmann esta satisfacción quiere decir que el monje no pone condiciones, que tomas las situaciones con cierta jovialidad. Quizás para acabar de explicitarlo san Benito contrapone la exigencia y el vicio. Por ejemplo, que un monje venido de otro monasterio, o nosotros en otra comunidad reclamemos cosas superfluas con el único argumento de que en el lugar de origen las tenemos. Por ejemplo, cuando desaparece un monasterio y la comunidad se incorpora a otro, puede aparecer la frase: “allí lo hacíamos así” idealizando un pasado con una nostalgia poco fundamentada.

Pero fijémonos en otro punto del capítulo: la imagen que da una comunidad. De hecho, no importa tanto qué monje hace una cosa u otra, sino cómo hacemos las cosas y las vivimos para mostrar un buen rostro de la comunidad.

Es necesario avanzar constantemente como resume muy bien san Benito: servir un mismo Señor, militar para un mismo rey.

O como dice san Bernardo: La corona es Cristo. Pero si él no deja de correr y tu te detienes, en lugar de acercarte te irás alejando cada vez más… Si progresar quiere decir correr, tan pronto dejas de avanzar has dejado de correr. Y si dejas de correr, comienzas a retroceder. De lo que se deduce que no avanzar es lo mismo que caminar hacia atrás” (Carta 254,4)

No hay comentarios:

Publicar un comentario