domingo, 6 de marzo de 2022

CAPÍTULOS 48 Y 49, LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA

 

CAPÍTULOS 48 y 49

LOS DÍAS Y LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA

Durante la cuaresma dedíquense a la lectura desde por la mañana hasta finalizar la hora tercera, y después trabajarán en lo que se les mandare hasta el final de la hora décima. 15 En esos días de cuaresma recibirá cada uno su códice de la Biblia, que leerán por su orden y enteramente; 16 estos códices se entregarán al principio de la cuaresma. 17 Y es muy necesario designar a uno o dos ancianos que recorran el monasterio durante las horas en que los hermanos están en la lectura. 18 Su misión es observar si algún hermano, llevado de la acedía, en vez de entregarse a la lectura, se da al ocio y a la charlatanería, con lo cual no sólo se perjudica a sí mismo, sino que distrae a los demás. 19 Si a alguien se le encuentra de esta manera, lo que ojalá no suceda, sea reprendido una y dos veces; 20 y, si no se enmienda, será sometido a la corrección que es de regla, para que los demás escarmienten. 21 Ningún hermano trate de nada con otro a horas indebidas. 22 Los domingos se ocuparán todos en la lectura, menos los que estén designados para algún servicio. 23 Pero a quien sea tan negligente y perezoso que no quiera o no pueda dedicarse a la meditatio o a la lectura, se le asignará alguna labor para que no esté desocupado. 24 A los hermanos enfermos o delicados se les encomendará una clase de trabajo mediante el cual ni estén ociosos ni el esfuerzo les agote o les haga desistir. 25 El abad tendrá en cuenta su debilidad.

Aunque de suyo la vida del monje debería ser en todo tiempo una observancia cuaresmal, 2 no obstante, ya que son pocos los que tienen esa virtud, recomendamos que durante los días de cuaresma todos juntos lleven una vida íntegra en toda pureza 3 y que en estos días santos borren las negligencias del resto del año. 4 Lo cual cumpliremos dignamente si reprimimos todos los vicios y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia. 5 Por eso durante estos días impongámonos alguna cosa más a la tarea normal de nuestra servidumbre: oraciones especiales, abstinencia en la comida y en la bebida, 6 de suerte que cada uno, según su propia voluntad, ofrezca a Dios, con gozo del Espíritu Santo, algo por encima de la norma que se haya impuesto;  7 es decir, que prive a su cuerpo algo de la comida, de la bebida, del sueño, de las conversaciones y bromas y espere la santa Pascua con el gozo de un anhelo espiritual. 8 Pero esto que cada uno ofrece debe proponérselo a su abad para hacerlo con la ayuda de su oración y su conformidad, 9 pues aquello que se realiza sin el beneplácito del padre espiritual será considerado como presunción y vanagloria e indigno de recompensa; 10 por eso, todo debe hacerse con el consentimiento del abad

“La vida del monje debería de responder en todo tiempo a una observancia cuaresmal, una vida con la que participamos en los sufrimientos de Cristo”.

Lo sabéis bien, Señor, como con la paciencia participo en tus sufrimientos, como se cumple en mí que dice el Apóstol, con mi paciencia y en mi carne, lo que falta a tus sufrimientos… (Cfr. Col 1,24)

“Porque ¡cuánta paciencia debo tener con mis hermanos:  soportar a aquel que se equivoca al leer, o emplea un tono inconveniente; sentir a uno que desafina en el canto. Como es duro, también: esperar que el hermano servidor de la comida sea consciente de que falta una bandeja, o volver a comer un plato que no me place, y que suele preparar siempre ese hermano cuando le toca cocinar. También es una verdadera cruz esperar la reparación de una avería que afecta a la calefacción, o a la luz.

En fin, todo lo soportó con paciencia, porque sé que la paciencia me acerca a tus sufrimientos, y ayudo también así a edificar a mis hermanos, de hacer posible su paciencia, cuando soy consciente de que he fallado en una lectura.”

Sería peligroso que me pasase por la cabeza vivir la Cuaresma con los argumentos propios del fariseo en el templo, y no del publicano alabado por Cristo. Para asegurarnos que nunca sea así, san Benito nos invita a reforzar en este tiempo privilegiado nuestra vida espiritual, y guardarla en toda su pureza. Para ayudarnos hay unas herramientas privilegiadas:

 La plegaria. En primer lugar, la comunitaria, el Oficio Divino, al que no debemos anteponer nada, y que, en este tiempo cuaresmal y pascual, deberíamos no fallar nunca. Por otro lado, al Oficio Divino. Tenemos que añadir que en este camino a la Pascua hemos de intentar no solo no caer en la negligencia, sino incluso intensificar esta plegaria.

Podemos tener momentos privilegiados a lo largo de la Cuaresma, como unos Ejercicios espirituales, u otros momentos a nivel personal.

Escribe san Juan Crisóstomo: “la oración es luz del alma, conocimiento verdadero de Dios, mediación entre Dios y los hombres. Hace que el hombre se eleve hasta el cielo y abrace a Dios con abrazos inefables” . También nos instruye san Juan Crisóstomo: conviene que elevemos el corazón a Dios, no solo cuando oramos, sino cuando estamos con otras cosas en la que conviene mezclar en deseo de Dios, de manera que todas nuestras obras se conviertan en alimento agradable al Señor… (Hom. 6 sobre la oración)

A esto nos ayuda la lectura espiritual, leer a los Padres y autores espirituales, y sobre todo la Sagrada Escritura. Nos ayuda a elevarnos por encima de toda inclinación mundana o estrechez del corazón, y fijar la mirada en Dios. Por esto san Benito establece este “día del libro”, para que nos acompañe en el camino cuaresmal.

El rey Alfonso Xlll firmaba un Real Decreto con fecha 6 de Febrero de 1926 que decía: el día 7 de Octubre se conmemorará todos los años le fecha del nacimiento del Príncipe de las letras españolas, Miguel de Cervantes, celebrar una fiesta dedicada al libro español”. Poco después se traslada la celebración al 23 Abril, fecha de la muerte de Cervantes. Pero san Benet, siglos antes, tuvo l misma idea para incentivar la lectura. Sabía muy bien que no sería fácil un tiempo fijo a la lectura a lo largo del día, y de aquí el establecer este tiempo en Cuaresma, y que dos ancianos vigilen que los monjes dediquen las horas marcadas a la lectura, y incluso lleguen a una corrección del que no cumpla este tiempo de lectura.

La Lectio Divina a través de la Escritura es el fundamento de nuestra vida y jornada; pero también debemos contar con la Tradición de la Iglesia, los Padres, la Teología y el Magisterio.

Escribe Karl Rhaner: “Existe un principio católico de “sola Escritura”, ya que la unidad interior del objeto de la fe, religiosamente hablando, acepta dos fuentes de fe con contenidos diversos, dos líneas de tradición: la Escritura y la Tradición. Dos fuentes que se implican mutuamente de una manera estrecha, de lo que puede decirnos la primitiva teoría de las dos tradiciones de la Iglesia, puesto que la tradición se plasmó en la Escritura, y esta Escritura llega a nosotros envuelta en la tradición viva de la Iglesia” (Escritura y tradición)

De nuevo san Benito se avanza en siglos, y así la Constitución Dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II nos dice:

“La Sagrada tradición y la Sagrada Escritura está íntimamente unidas compenetradas. Las dos surgen de la misma fuente divina, se funden de alguna manera y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios que se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada tradición trasmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la Palabra de Dios a ellos confiada por Cristo y el espíritu Santo, para que con la luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y extiendan con su predicación; de aquí que la Iglesia no deriva solo de la Sagrada Escritura en su certeza de todas las verdades reveladas. Por eso se deben recibir y venerar las dos con un mismo espíritu de piedad” (DV 9)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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