CAPÍTULO
24
CUÁL
DEBE SER LA NORMA DE LA EXCOMUNIÓN
Según sea la gravedad de
la falta, se ha de medir en proporción hasta dónde debe extenderse la
excomunión o el castigo. 2 Pero quien tiene que apreciar la gravedad de las
culpas será el abad, conforme a su criterio. 3Cuando un hermano es culpable de
faltas leves, se le excluirá de su participación en la mesa común. 4Y el que
así se vea privado de la comunidad durante la comida, seguirá las siguientes
normas: en el oratorio no cantará ningún salmo ni antífona, ni recitará lectura
alguna hasta que haya cumplido la penitencia. 5Comerá totalmente solo, después
de que hayan comido los hermanos. 6De manera que, si, por ejemplo, los hermanos
comen a la hora sexta, él comerá a la hora nona, y si los hermanos comen a la
hora nona, él lo hará después de vísperas 7 hasta que consiga el perdón
mediante una satisfacción adecuada.
Una sociedad sin leyes
o bien sería una sociedad ideal, donde nadie atentaría contra los derechos
individuales o colectivos de los otros, o bien sería una sociedad donde
imperaría la ley del más fuerte.
Pensemos como nos
presenta la Escritura este punto. Todo empieza con una sola norma: no comer del
fruto de un determinado árbol. El hombre incumple la ley y la pena se entiende
a toda la descendencia. Después Dios establece con Moisés un Decálogo, que
luego el pueblo no cumplió fielmente. Esta vivencia deficitaria de la Ley
divina marca toda la Historia de la Salvación. Jesucristo establece dos nomas
basadas en el amor a Dios y a los hermanos. San Agustín recordando estas normas
escribirá: “ama y haz lo que quieras”. Si cumplimos esta sugerencia
haremos el bien y no el mal.
Para que una ley se
cumpla es preciso penalizar su no cumplimiento. Esto no es un invento de la
sociedad moderna. Sin penalización por el incumplimiento, la ley no serviría de
nada.
Todo esto, san Benito
que va a Roma a estudiar leyes, en un periodo de profunda crisis del Imperio,
ya es consciente de ello a la hora de redactar la Regla, y le sale esta vena de
jurista, a la vez que la dimensión comunitaria. Tiene también en cuenta otro
principio del derecho, como es la proporcionalidad de la pena respecto al
delito o a la falta cometida. Por esto nos habla de excluir de la mesa por
faltas leves en ocasiones, o excluir del oratorio e incluso de la comunicación
con los hermanos por las faltas graves.
Así deja claro que hay
faltas graves y leves, y que no está dispuesto a dejarlas pasar. Pues es
consciente que, a fuerza de cometer faltas leves, nos podemos acostumbrar a no
darles importancia, y llegar a banalizar las graves. O sea, venir a caer en una
conciencia laxa. Debeos tener presente ante quien somos responsables de
nuestras faltas. ¿Delante de Dios y de la historia? Es bien cierto. Todos somos
responsables delante de Dios, además Dios nos tiene siempre presentes, lo cual
ya nos asegura que no podemos escapar del juicio de Dios.
El pueblo escogido,
Israel, aprovecha que Moisés ha subido a la montaña, para fabricar un ídolo, lo
cual no escapa a la mirada divina. Como dice la Escritura: “No hay nada que
no llegue a revelarse, ni escondido que no llegue a saberse” (Mt 10,26) Y
ser conscientes de que, con nuestras faltas, las que sean el principal perdedor
somos nosotros mismos, cuando no las cumplimos.
Pero san Benito deja
entrever otro de los principios del Derecho romano, origen del nuestro Derecho:
una falta de un miembro o de un colectivo, de una comunidad perjudica al
conjunto de la comunidad. Por ello es por lo que san Benito nos habla de
excomunión, de una exclusión total o en parte de la comunidad.
El Papa Francisco
subraya a los participantes en el Capítulo General de los Cistercienses: “tampoco
para nosotros es fácil caminar en comunión y, sin embargo, no deja de
sorprendernos y de alegrarnos este regalo que recibimos de ser Su comunidad, de
modo que, tal como somos, no perfectos ni uniformes, sino convocados,
implicados, llamados a estar o caminar detrás de Él, nuestros Maestro y Señor”
(17 Octubre 2022)
“Excomunicar” es una
expresión dura, aunque no se suele aplicar con frecuencia, pero sí que podemos
decir que, en ocasiones, practicamos la excomunión. En este proceso podemos
entrar poco a poco, paulatinamente, para acabar cayendo del todo. ^Por ejemplo:
un primer paso, llegar tarde al Oficio Divino, después dejo de asistir a alguna
de las horas de plegaria comunitaria, y así voy regularizando mi ausencia,
hasta que llega a ser una excepción el día que asisto. Faltas leves, en un
principio, que es tornan en falta grave. Grave, no solo porque va contra la
Regla y porque afecta a toda la comunidad, sino porque me excomunico.
Como nos dice el Papa
francisco a los miembros del Capítulo General estar en comunión es “un
caminar juntos detrás del Señor, para estar con Él, escucharlo, observarlo”.
Observar a Jesús. Como
un niño observa a sus padres, o a su mejor amigo. Observar al Señor, su manera
de ser, su rostro ple de amor y de paz, en ocasiones indignado delante la
hipocresía y la cerrazón.,. y este observa vivirlo juntos, no individualmente
sino en comunidad. Cada uno con su ritmo, con su propia historia, única e
irrepetible, pero todos juntos. Como los Doce que estaban siempre con Jesús e
iban con Él. Ellos no se habían elegido, sino el mismo Jesús. No siempre era
fácil estar de acuerdo, había diferencias, durezas de corazón, orgullo… También
nosotros somos así. (17 Octubre 2022)
Ciertamente, para
nosotros la dureza como el orgullo, la hipocresía, la cerrazón, son enemigos de
la comunión, son en realidad excomumión. Procuremos en lugar de regar estas
malas hierbas, cuidar la buena semilla de nuestra vocación. Miremos de
evadirnos de la tentación de caer en las faltas leves, para evitar las más
graves… Que el Señor nos ayude; pues solo en Él encontramos la eficacia y el
amor total, absoluto-
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