CAPÍTULO 29
SI DEBEN SER
READMITIDOS LOS HERMANOS
QUE SE VAN DEL MONASTERIO
Si un hermano que por su culpa ha salido del monasterio quiere
volver otra vez, antes debe prometer la
total enmienda de aquello que motivó su salida, 2y con esta condición será
recibido en el último lugar, para probar así su humildad. 3Y, si de nuevo
volviere a salir, se le recibirá hasta tres veces; pero sepa que en lo sucesivo
se le denegará toda posibilidad de retorno al monasterio.
Para San
Benito la vocación monástica, toda vocación eclesial, se compone de dos
elementos: por un lado la llamada del Señor; por otro lado, nuestra respuesta,
que no siempre está a la altura de esta llamada.
La
fragilidad de la respuesta humana pone en peligro la llamada del Señor, y para
san Benito hay un solo camino para volver que es el la humildad.
Todos,
en un momento o en otro, en diversos momentos del camino monástico, volvemos al
punto de partida después de alguna crisis. Podemos abandonar el monasterio, o
podemos quedarnos como huéspedes privilegiados. Lo principal, en resumidas
cuentas, es ser conscientes de que nuestra vida es un constante camino de
conversión; Dios no cambia, no han de cambiar los otros, sino que la llamada a
cambiar es una llamada para cada uno. Permanecer en la vida monástica solo es
posible si aceptamos de convertirnos cada día, y esta conversión solamente es
posible desde la humildad, desde la aceptación de nuestra debilidades, tanto
físicas como morales, desde el asumir nuestros defectos de fábrica, y a partir
de aquí concienciarnos de que los otros tampoco son perfectos, ni están hechos
a imagen y semejanza nuestra, sino de Dios, que nos ha hecho a cada uno
diferentes, con un sello personal.
La
vocación monástica, toda vocación, es una aventura compleja, con pasos hacia
adelante y otros hacia atrás; nadie está libre de esta fluctuación. Nunca
llegamos a tenerlo claro del todo. Existe la tentación de defender y preservar
la propia tranquilidad, la seguridad que busca evitar o eliminar todo riesgo.
Pero esto puede limitarse solamente al aspecto superficial y formal. A menudo
no se trata de que algunas cosas o personas nos turben, sino de que Dios no es
el centro de nuestro camino, que no lo tenemos permanente presente en nuestra
existencia.
San
Benito prevé que un hermano abandone la vida monástica. Si miramos el libro del P. Jorge sobre la
restauración de la vida monástica en Poblet, podemos ver, en la relación de
miembros que incluye, un elevado número de de personas que han entrado en
Poblet, en un momento o en otro, y que por una u otra razón han abandonado.
Unos para ir a la vida secular, otros para incorporarse a otra orden o
monasterio, otros para un servicio como presbíteros en una iglesia particular;
y puede ser también para iniciar una vida de giróvagos buscando una comunidad a
la medida, una comunidad que siempre es diversa y plural, y que por tanto
siempre plantea la problemática de la convivencia. Lo que es preciso es que no
peligre nunca la visión del objetivo común que nos une: seguir a Cristo, no anteponerle nada. La inestabilidad no es una
enfermedad moderna. San Benito ya preveía que forma parte de la naturaleza
humana. Nuestro deseo de Dios puede estar, en ocasiones, unido a nuestro estado
de ánimo.
Realmente,
¿lo que nos falla es la relación con Dios?
Sí y no. No, en tanto que los problemas que tenemos son, en su mayor
parte, de convivencia fraterna; en tanto
que no vemos en el hermano a Cristo. También nos afecta la insatisfacción en
tanto que no acabamos de encontrar en el monasterio aquel ideal de vida que nos
habíamos construido al ingresar en el monasterio, y que se ha encontrado con
una realidad distinta. Para Juan Casiano estas turbulencias de nuestro deseo de
Dios se han de combatir con el discernimiento, es decir tomar una distancia de
lo que sentimos. Un arte espiritual que poco a poco nos lleva a la libertad
interior y la paz de espíritu.
San
Benito tiene en este capítulo una gran comprensión para con la debilidad humana,
y, sobre todo, para la persona, que en un momento dado de su vida puede tomar
una decisión u otra. Cuando alguno llega al monasterio y desea ingresar, san
Benito insiste en que se le pregunte qué desea y si realmente lo quiere.
También cuando algún hermano desea volver, es preciso probarlo. Ver si
realmente desea volver, si realmente es su voluntad, si lo que le llevó a
abandonarlo ha desaparecido y si se ha convertido de aquella decisión de
alejarse del monasterio, y ahora quiere vivir de nuevo con ilusión la vida
monástica.
Lo que
sorprende es que san Benito plantee la
vuelta, no una sino tres veces. Esta actitud, que sigue siendo válida hoy día,
solo pide, y no es poco, una gran misericordia, además del respeto por cada
camino individual de la persona. La lucha que cada uno ha de emprender consigo mismo y su relación
con Dios, también posiblemente con el abad y la comunidad, es un camino humano
y espiritual, un camino único para cada uno, personal e intransferible.
Este
capítulo demuestra un verdadero realismo y una gran misericordia. Un realismo
por la dificultad de estabilidad de la vida en el monasterio, para dedicarse a
la búsqueda de Dios. Misericordia por dejar la puerta abierta a una posible
vuelta de un hermano. Retorno posible por la libertad del hermano: “si él
quiere volver”. “Si él quiere volver” es inseparable del “”si se quiere
quedar”. Porque si se trata de volver, es para quedarse. Todo está sometido a
la voluntad del hermano. Esta situación extrema manifiesta que es siempre
posible cuestionar nuestra estabilidad en el monasterio. Si me quedo aquí ¿es porque yo lo deseo, o es por un simple
costumbre de venir a ser un sujeto pasivo, incapaz de hacer otra cosa? En el
monasterio somos libres de permanecer, para responder a la llamada recibida e
intentar llevar a cabo el seguimiento de Cristo. Una respuesta renovada cada
día para seguir siendo monjes. Nos comprometemos libremente mediante los votos
monásticos. La clave de nuestra vocación es, sin duda, esta elección de cada
día. En la respuesta diaria está el secreto del crecimiento de nuestra
libertad.
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