CAPÍTULO 3
COMO
SE HAN DE CONVOCAR LOS HERMANOS A CONSEJO
Siempre que en el monasterio hayan de tratarse asuntos de
importancia, el abad convocará toda la
comunidad y expondrá él personalmente de qué se trata. 2Una vez oído el consejo
de los hermanos, reflexione a solas y haga lo que juzgue más conveniente. 3Y
hemos dicho intencionadamente que sean todos convocados a consejo, porque
muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor. 4Por lo demás,
expongan los hermanos su criterio con toda sumisión, y humildad y no tengan la
osadía de defender con arrogancia su propio parecer, 5sino que, por quedar
reservada la cuestión a la decisión del abad, todos le obedecerán en lo que él
disponga como más conveniente. 6Sin embargo, así como lo que corresponde a los
discípulos es obedecer al maestro, de la misma manera conviene que éste decida
todas las cosas con prudencia y sentido de la justicia. 7Por tanto, sigan todos
la regla como maestra en todo y nadie se desvíe de ella temerariamente. 8Nadie
se deje conducir en el monasterio por la voluntad de su propio corazón, 9ni
nadie se atreva a discutir con su abad desvergonzadamente o fuera del
monasterio. 10Y, si alguien se tomara esa libertad, sea sometido a la
disciplina regular. 11El abad, por su parte, actuará siempre movido por el
temor de Dios y ateniéndose a la observancia de la regla, con una conciencia
muy clara de que deberá rendir cuentas a Dios, juez rectísimo, de todas sus
determinaciones. 12Pero, cuando se trate de asuntos menos transcendentes, será
suficiente que consulte solamente a los monjes más ancianos, 13conforme está
escrito: «Hazlo todo con consejo, y, después de hecho, no te arrepentirás».
San
Benito establece un procedimiento de discernimiento para tomar las decisiones
sobre asuntos importantes. Recoger la opinión de todos, también de los más
jóvenes, y finalmente será del abad la decisión final.
Para la
Alta Edad Media establecer unos procedimientos decisorios democráticos tal como
lo entendemos hoy habría sido anacrónico; san Benito no establece un
procedimiento sobre la máxima vox populi, vox Dei. Pero sí que nos da una clave
importante fundamental: nos dice que es el Señor quien nos revela la decisión
buena, y que ésta nos puede venir incluso por el más joven.
Utilizando
el verbo revelar san Benito sitúa la toma de decisiones importantes en un
escenario diferente. No se trata solamente de sospesar los pros y contra, de
calcular las ventajas e inconvenientes, sino que la buena decisión es la
voluntad de Dios, que de una manera u otra nos la revela y nos permite
descubrir la verdad y tomar la decisión más acertada.
De la
tradición monástica, en donde se inspira san Benito, se desprende que una de
las consecuencias del pecado es que ha puesto un velo delante de la verdad,
delante de la Palabra de Dios, y por tanto para descubrir el bien es necesario
realizar un proceso hasta que se nos revela. Abrir la mirada interior a una
realidad que ya existe, que está presente, pero que no acabamos de ver con
claridad. Por esto san Benito relaciona la toma de decisiones importantes con
el consejo, un consejo que se manifiesta con humildad, sumisión y ausencia de
arrogancia.
Para san
Benito no se trata aquí de contar votos. La relación con la obediencia que nos
destaca tiene relación con el sentido de esta palabra en latín que viene a
significar escuchar, prestar oído para saber lo que es más conveniente, cual es
la voluntad del Señor. Se opone a la defensa de la opinión personal entendida
como una formulación de los propios intereses personales. Quizás el contenido
de este capítulo puede tener hoy una lectura políticamente incorrecta, pero
leído correctamente es uno de los capítulos clave. Estar ciertos de que mi
opinión es una entre otras, con tanto valor como la de los demás, abierta a la
revelación de Dios, como las otras, pero no más que las otras. El tema es no
imponerse de una u otra manera, sino buscar la voluntad de Dios que es lo que
nos ha traído al monasterio.
En este
proceso, san Benito nos va dando las pautas para la actitud de los hermanos y
del abad. Para los hermanos establece que cada uno dé su opinión, con humildad,
sin arrogancia, es decir sin caer en la tentación de exagerar los argumentos,
de hacer un relato que se aleje de la verdad, y busque captar la voluntad de
los demás, no faltando a la verdad, pero si a partir del propio deseo que
intenta imponerlo a los demás. También el abad puede tener la tentación de
mostrar los argumentos de manera tendenciosa, poco equitativa, acentuando unos
aspectos o desechando otros. Ambas actitudes son poco sinceras, enturbian más
que revelan la verdad, y se corre el peligro de no ser sinceros. Incluso el
abad puede tener la tentación de escuchar habiendo tomado ya la decisión y no teniendo
ninguna intención de cambiarla, lo cual es un error y no leve. La decisión
final ha de ser fruto de un escuchar y discernir la voluntad de Dios y no la de
contentar al abad o algún hermano. Puede haber el riesgo de callarse la opinión
o la de oponerse sistemáticamente a los demás, lo cual no ayuda a la comunión.
San
Benito pide al abad sensatez y justicia. La palabra latina provide, que viene del verbo providere
es traducida al catalán por seny,
que viene a significar prever, presentir,
calcular los efectos y resultados de una decisión.
San
Benito nos hace ver la dificultad de buscar juntos la verdad, de caminar hacia una
decisión acertada, quizás sin haber captado del todo los argumentos. San
Benito, va en la línea de san Pablo en la primera Carta a los Corintios, cuando
enseña que la comunidad puede ser comparada a un cuerpo, donde cada monje tiene
su misión que es fundamental, y que sin la participación responsable de todos
se pierde la unidad. Y, finalmente, habiendo escuchado la opinión de los hermanos
es preciso tomar la decisión procurando escuchar la voz del Espíritu que habla
a toda la comunidad, a cada hermano, a veces al más joven. Una vez tomada la
decisión, ésta ha de ser asumida por todos, incluso por aquellos a quienes no
agrada, o no va de acuerdo con la opinión propia. Una vez ha hablado la
comunidad y el abad decide, el resultado es también nuestro. San Benito lo dice
claramente y con sencillez: escuchar con atención, tomar la decisión y
aplicarla.
Todo
esto supone un reto que hemos empezado a afrontar en los trabajos de grupo,
donde puede ser más factible expresarse sobre temas importantes y que
finalmente deben decidirse, entre todos, en el Capítulo. También es muy útil el
Consell de los ancianos, en nuestro caso el Consejo del Abad, un órgano más
reducido que permite exponer problemas y temas que requieren más discreción y
reserva. San Benito opone las ideas de deseo, de la voluntad y el querer del
propio corazón por un lado, y por otro la Regla como maestra de la cual no
hemos de apartarnos temerariamente.
“Que ninguno en el monasterio siga el
deseo de su propio corazón”, viene la clave de todo el capítulo,
una frase situada en el centro para decirnos que lo que buscamos es la sanación
del propio corazón, haciendo un camino de conversión.
Nos dice
el epílogo de la Declaración del nuestro Orden: “nunca llegamos a realizar
perfectamente nuestro ideal; por lo tanto, siempre tendremos necesidad de
aquella conversión continua y sincera mediante la cual nosotros, como
individuos y como comunidad, vamos siendo transformados a imagen de Cristo, el
Hijo de Dios”. Que él nos ayude y nos guie.
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