CAPÍTULO
VII, 1-9
LA
HUMILDAD
Renovación
de la Profesión temporal de fray Jurijus y fray Lorenzo
Poblet
13 de Noviembre de 2019
Solemnidad
de la Dedicación d la Iglesia de Poblet
La divina
escritura, hermanos, nos dice a gritos: «Todo el que se ensalza será humillado
y el que se humilla será ensalzado». 2Con estas palabras nos muestra que toda
exaltación de sí mismo es una forma de soberbia. 3El profeta nos indica que él
la evitaba cuando nos dice: «Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos
altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad». 4Pero ¿qué pasará
«si no he sentido humildemente de mí mismo, si se ha ensoberbecido mi alma?
Tratarás a mi alma como al niño recién destetado, que está penando en los
brazos de su madre». 5Por tanto, hermanos, si es que deseamos ascender
velozmente a la cumbre de la más alta humildad y queremos llegar a la
exaltación celestial a la que se sube a través de la humildad en la vida presente,
6hemos de levantar con los escalones de nuestras obras aquella misma escala que
se le apareció en sueños a Jacob, sobre la cual contempló a los ángeles que
bajaban y subían. 7Indudablemente, a nuestro entender, no significa otra cosa
ese bajar y subir sino que por la altivez se baja y por la humildad se sube.
8La escala erigida representa nuestra vida en este mundo. Pues, cuando el
corazón se abaja, el Señor lo levanta hasta el cielo. 9Los dos largueros de
esta escala son nuestro cuerpo y nuestra alma, en los cuales la vocación divina
ha hecho encajar los diversos peldaños de la humildad y de la observancia para
subir por ellos.
La escala de la
humildad es la escala de nuestra vida en este mundo. La podemos levantar cuando
nuestro corazón se va haciendo más humilde, pero solamente Dios la levantará
hasta el cielo. La humildad, el silencio, la obediencia; también el trabajo o
la plegaria, no son sino instrumentos, espléndidas herramientas, como dice San
Benito, cuyo verdadero objetivo es llegar a Dios, caminar hacia Dios.
Hoy, queridos fray
Jurijus y fay Lorenzo, cerráis una nueva etapa de vuestra vida monástica, de
vuestra vida de cristianos, después del noviciado y de los tres años de
profesión temporal.
Habéis tenido que plantearos de nuevo qué quiere Dios de
vosotros, como dice san Benito en el capítulo 58. Habéis tenido que pensar de
nuevo y decidir de continuar hacia el horizonte de vuestro compromiso solemne
en esta comunidad, pero sobre todo, y es lo más importante, de vuestro
compromiso con Cristo.
El texto que
habéis elegido es un buen reflejo de los fundamentos de vuestras vidas, de
dónde viene la fuerza: de la Palabra y de la confianza en Dios.
San Benito destaca
en este comienzo del capítulo VII, antes de subir los diferentes grados, que la
misma Escritura invita a ser humildes, nos muestra que toda exaltación nuestra
es una forma de orgullo. Dios no nos pide una falsa humildad, una humildad de
escaparate, sino una humildad sincera, de corazón. No se trata de decir “mirad
que humilde soy, mirad lo que hago para que contempléis mi humildad. No, la
humildad que nos pide Dios no se anuncia, se vive, es de corazón. El modelo es
Cristo. A ser como él no llegaremos nunca, pero el deseo de llegar a ser como
él es algo a lo que no podemos renunciar.
Queridos fray
Jurijus y fray Lorenzo, lleváis unos años en esta comunidad. Habéis tenido
tiempo de reflexionar, de discernir si perseverando en este monasterio estáis
cumpliendo la voluntad de Dios; podéis saber de nuestras virtudes y de nuestros
defectos…Si en algún momento os pasó por la cabeza que ésta era una comunidad
de perfectos, ya habéis descubierto que no es así, pues no hay ninguna
comunidad de perfectos en este mundo. Quizás habéis conocido otras comunidades
y descubierto determinados arquetipos monásticos, maneras de vivir nuestra
vida… Quizás también habéis descubierto que vuestras imperfecciones no se
borran por el hecho de ser monjes.
Todo esto es
importante, pero lo fundamental es, que siendo conscientes de nuestra realidad,
no vayamos hacia atrás, sino que caminemos con buen ánimo, esforzándonos por
subir los peldaños de esta escala de la humildad con sencillez, pero con
firmeza, con la confianza puesta de Dios.
También nosotros
hemos tenido tiempo de conoceros, y contemplar vuestra fidelidad al Oficio
Divino, al trabajo, vuestra relación seria y madura con la Palabra… No bajéis
la guardia espiritualmente, ya que todo esto es clave para crecer y caminar
hacia Dios. Ciertamente, es un camino, en ocasiones, difícil, incluso se os puede
hacer aburrido, pero en la fidelidad se vuelve apasionante porque tenemos por
delante, en nuestro horizonte el encuentro cara a cara con Dios. Esta es
nuestra gran y firme esperanza. A lo largo de estos años habéis conocidos a
monjes con esta viva esperanza, y que hoy ya no nos acompañan, pero que. con
toda seguridad estarán pidiendo por vosotros. Recordad con afecto a quienes
llegaron a la casa del Padre, y que os han acompañado en una parte de vuestro
camino, dejando en vosotros huella. Porque una de las riquezas de la vida
monástica es la diversidad de compañeros en el camino: en edad, procedencia,
tiempo de vida monástica… No entramos al monasterio para construir una
comunidad de amigos, sino buscando la amistad de Dios, amigos de Cristo, y esto
nos lleva a una convivencia fraterna sin prejuicios, ni exclusiones, no
preferencias engañosas.
Querer alcanzar
las cimas de la más alta humildad, llegar a la exaltación celestial, como dice
san Benito, es lo que os tiene que mover en el día a día. Con humildad y
observancia, porque no hay humildad sin observancia, ni observancia sin
humildad.
Decía el cardenal
Hume, cuando era abad del monasterio de Ampleforth, en una ocasión como ésta: “Si
nos hemos de revestir del pensamiento de Cristo, nosotros que ya estamos
incorporados a él por el bautismo, por nuestra profesión conformemos nuestras
vidas a la suya. Queremos ser obedientes como él fue obediente a la voluntad
del Padre; queremos ser pobres, porque él fue pobre; queremos ser célibes,
porque él fue célibe. En nuestra intimidad con el Señor, en nuestra vida de
plegaria, llegaremos a ver en su obediencia, en su pobreza, en su castidad,
algo de secreto que fue el motor de su existencia, y que a medida que la vida
avanza, debería llegar a ser también nuestro secreto”.
Que así sea y el
Señor os acompañe siempre.
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