CAPÍTULO
12
CÓMO
SE HA DE CELEBRAR EL OFICIO DE LAUDES
En los laudes del
domingo se ha de decir, en primer lugar, el salmo 66, sin antífona y todo
seguido. 2Después, el salmo 50 con aleluya. 3A continuación, el 117 y el 62; 4
luego, el Benedicite y los Laudate, una lectura del Apocalipsis, de memoria, y
el responsorio, el himno ambrosiano, el verso, el cántico evangélico, las
preces litánicas, y de esta manera se concluye. Capítulo 12º: CÓMO SE HA DE
CELEBRAR EL OFICIO DE LAUDES n los laudes del domingo se ha de decir, en primer
lugar, el salmo 66, sin antífona y todo seguido. 2Después, el salmo 50 con
aleluya. 3A continuación, el 117 y el 62; 4 luego, el Benedicite y los Laudate,
una lectura del Apocalipsis, de memoria, y el responsorio, el himno ambrosiano,
el verso, el cántico evangélico, las preces litánicas, y de esta manera se
concluye.
San Benito al afirmar
que no debemos de anteponer nada al Oficio Divino, deja bastante claro que es
una parte muy importante de nuestra vida. Tanto es así que dedica doce
capítulos para hablar de su estructura y de la actitud a tener.
Lo que es
verdaderamente importante es santificar nuestra jornada al ritmo de la liturgia
de las horas. A lo largo del año hacemos memoria del misterio de la salvación.
De alguna manera esta memoria la hacemos cada semana, ocupando el domingo el
lugar central. También cada día viene a ser otra forma de celebrar esta
memoria, santificando toda la jornada, que tiene como centro referencia la
Eucaristía, que viene a completarse con la plegaria del Oficio Divino que
acabamos cada día con el Oficio de Completas.
En este capítulo, san
Benito nos habla del Oficio de Laudes, la plegaria a la salida del sol, del
nuevo día, hora apropiada para hacer memoria de la Resurrección del Señor. Es
un momento importante de nuestra plegaria, un momento fuerte de cada día de la semana.
No se trata, por tanto,
de celebrar el inicio del día, sino de celebrarlo como un signo del inicio de
una vida nueva, la vida en Cristo resucitado, que es la verdadera luz, el sol
que ilumina a los hombres. Un momento también para recordar la creación, aquel
momento que Dios crea la luz, como comienzo de la vida; o para recordar,
también, aquel primer domingo en que la luz disipó la oscuridad de aquellas
mujeres que iban camino del sepulcro donde se encuentran con la novedad de la
Vida nueva; o la luz que cambió el miedo de los apóstoles por la esperanza.
Nos habla san Benito
del salmo 66, que es una invitación a alabar a Dios, y participar de sus
bendiciones; del salmo 50, como una invitación a pedir perdón de nuestros
pecados y acogernos a la misericordia de Dios. O el salmo 117, himno triunfal
de acción de gracias con aclamación de gratitud. El salmo 62, que expresa el
deseo de volver al santuario del Señor,
con confianza y alegría.
Todos ellos nos invitan
a dar gracias y mantener la confianza en el Señor, que da comienzo para
nosotros a un nuevo día, y signo de la nueva vida ofrecida por la resurrección.
Al hablarnos del Oficio de Laudes del domingo, que es la pascua semanal, y al
evocar del primer día de la creación, pongamos la esperanza en el último día
cuando Cristo vendrá en su gloria.
El domingo, escribía
san Juan Pablo II en su Carta Apostólica Dies Domini, es el Día del Señor, el
día de Cristo, el día de la Iglesia y el día del hombre, por lo tanto el día de
los días en que el tiempo llega a ser una dimensión de Dios.
Debemos de tener
presente en los Laudes del domingo todo lo que representa, y gozar de la
riqueza y particularidad de cada hora del Oficio Divino, lo cual nos ayudará a
vivirlo con más intensidad. A menudo caemos en la trampa de lo inmediato, de la
anécdota, no
prestamos atención a lo
que estamos haciendo, a lo que estamos orando y sintiendo porque nos asaltan
pensamientos inoportunos. Es preciso vivir con profunda radicalidad cada
momento de nuestra jornada, centrándonos con toda nuestra conciencia en lo que
llevamos a cabo.
San Benito nos habla de
la actitud en la salmodia, como una conclusión de todos los capítulos dedicados
al Oficio Divino. Una actitud interior, pero también exterior, pues el exterior
es reflejo de nuestro interior. Si estamos verdaderamente centrados en lo que
oramos, recitamos o cantamos, no nos debe ser difícil que nuestro pensamiento
esté de acuerdo con la voz. Si no es así, quizás nos puede asaltar la
curiosidad por ver si ha venido a nuestra plegaria comunitaria esta o aquella
persona; o buscar, a la vez, las antífonas del día siguiente… y tantas otras
distracciones. Hay un momento para cada cosa, un momento para prepararnos los
libros, otro para guardarlos y un momento para orar poniendo en ello los cinco
sentidos.
Como dice san Benito,
creemos que Dios está presente en todo lugar, pero sobre todo cuando estamos en
el Oficio Divino. Vivamos el sentido del Domingo como nos sugiere san Juan
Pablo II:
Está
claro, sin ninguna duda, que el Dia del Señor tiene sus raíces en la obra misma
de la creación, y más directamente en el misterio del “descanso” bíblico de
Dios, no obstante esto, debe hacerse referencia específica a la resurrección de
Dios, para comprender plenamente su significado. Es lo que sucede con el
domingo cristiano que cada semana propone a la consideración y vida de los
fieles el acontecimiento pascual, de donde brota la salvación del mundo” (Dies
Domini, 19)
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