domingo, 25 de octubre de 2020

CAPÍTULO 12 CÓMO SE HA DE CELEBRAR EL OFICIO DE LAUDES

 

CAPÍTULO 12

CÓMO SE HA DE CELEBRAR EL OFICIO DE LAUDES

En los laudes del domingo se ha de decir, en primer lugar, el salmo 66, sin antífona y todo seguido. 2Después, el salmo 50 con aleluya. 3A continuación, el 117 y el 62; 4 luego, el Benedicite y los Laudate, una lectura del Apocalipsis, de memoria, y el responsorio, el himno ambrosiano, el verso, el cántico evangélico, las preces litánicas, y de esta manera se concluye. Capítulo 12º: CÓMO SE HA DE CELEBRAR EL OFICIO DE LAUDES n los laudes del domingo se ha de decir, en primer lugar, el salmo 66, sin antífona y todo seguido. 2Después, el salmo 50 con aleluya. 3A continuación, el 117 y el 62; 4 luego, el Benedicite y los Laudate, una lectura del Apocalipsis, de memoria, y el responsorio, el himno ambrosiano, el verso, el cántico evangélico, las preces litánicas, y de esta manera se concluye.

San Benito al afirmar que no debemos de anteponer nada al Oficio Divino, deja bastante claro que es una parte muy importante de nuestra vida. Tanto es así que dedica doce capítulos para hablar de su estructura y de la actitud a tener.

Lo que es verdaderamente importante es santificar nuestra jornada al ritmo de la liturgia de las horas. A lo largo del año hacemos memoria del misterio de la salvación. De alguna manera esta memoria la hacemos cada semana, ocupando el domingo el lugar central. También cada día viene a ser otra forma de celebrar esta memoria, santificando toda la jornada, que tiene como centro referencia la Eucaristía, que viene a completarse con la plegaria del Oficio Divino que acabamos cada día con el Oficio de Completas.

En este capítulo, san Benito nos habla del Oficio de Laudes, la plegaria a la salida del sol, del nuevo día, hora apropiada para hacer memoria de la Resurrección del Señor. Es un momento importante de nuestra plegaria, un momento fuerte de cada día de la semana.

No se trata, por tanto, de celebrar el inicio del día, sino de celebrarlo como un signo del inicio de una vida nueva, la vida en Cristo resucitado, que es la verdadera luz, el sol que ilumina a los hombres. Un momento también para recordar la creación, aquel momento que Dios crea la luz, como comienzo de la vida; o para recordar, también, aquel primer domingo en que la luz disipó la oscuridad de aquellas mujeres que iban camino del sepulcro donde se encuentran con la novedad de la Vida nueva; o la luz que cambió el miedo de los apóstoles por la esperanza.

Nos habla san Benito del salmo 66, que es una invitación a alabar a Dios, y participar de sus bendiciones; del salmo 50, como una invitación a pedir perdón de nuestros pecados y acogernos a la misericordia de Dios. O el salmo 117, himno triunfal de acción de gracias con aclamación de gratitud. El salmo 62, que expresa el deseo de volver al santuario del  Señor, con confianza y alegría.

Todos ellos nos invitan a dar gracias y mantener la confianza en el Señor, que da comienzo para nosotros a un nuevo día, y signo de la nueva vida ofrecida por la resurrección. Al hablarnos del Oficio de Laudes del domingo, que es la pascua semanal, y al evocar del primer día de la creación, pongamos la esperanza en el último día cuando Cristo vendrá en su gloria.

El domingo, escribía san Juan Pablo II en su Carta Apostólica Dies Domini, es el Día del Señor, el día de Cristo, el día de la Iglesia y el día del hombre, por lo tanto el día de los días en que el tiempo llega a ser una dimensión de Dios.

Debemos de tener presente en los Laudes del domingo todo lo que representa, y gozar de la riqueza y particularidad de cada hora del Oficio Divino, lo cual nos ayudará a vivirlo con más intensidad. A menudo caemos en la trampa de lo inmediato, de la anécdota, no

 

prestamos atención a lo que estamos haciendo, a lo que estamos orando y sintiendo porque nos asaltan pensamientos inoportunos. Es preciso vivir con profunda radicalidad cada momento de nuestra jornada, centrándonos con toda nuestra conciencia en lo que llevamos a cabo.

San Benito nos habla de la actitud en la salmodia, como una conclusión de todos los capítulos dedicados al Oficio Divino. Una actitud interior, pero también exterior, pues el exterior es reflejo de nuestro interior. Si estamos verdaderamente centrados en lo que oramos, recitamos o cantamos, no nos debe ser difícil que nuestro pensamiento esté de acuerdo con la voz. Si no es así, quizás nos puede asaltar la curiosidad por ver si ha venido a nuestra plegaria comunitaria esta o aquella persona; o buscar, a la vez, las antífonas del día siguiente… y tantas otras distracciones. Hay un momento para cada cosa, un momento para prepararnos los libros, otro para guardarlos y un momento para orar poniendo en ello los cinco sentidos.

Como dice san Benito, creemos que Dios está presente en todo lugar, pero sobre todo cuando estamos en el Oficio Divino. Vivamos el sentido del Domingo como nos sugiere san Juan Pablo II:

Está claro, sin ninguna duda, que el Dia del Señor tiene sus raíces en la obra misma de la creación, y más directamente en el misterio del “descanso” bíblico de Dios, no obstante esto, debe hacerse referencia específica a la resurrección de Dios, para comprender plenamente su significado. Es lo que sucede con el domingo cristiano que cada semana propone a la consideración y vida de los fieles el acontecimiento pascual, de donde brota la salvación del mundo” (Dies Domini, 19)

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