sábado, 20 de febrero de 2021

CAPÍTULOS 48 y 49 LOS DIAS Y LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA

 

CAPÍTULO 48 y 49

LOS DIAS Y LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA

Aunque de suyo la vida del monje debería ser en todo tiempo una observancia cuaresmal, 2 no obstante, ya que son pocos los que tienen esa virtud, recomendamos que durante los días de cuaresma todos juntos lleven una vida íntegra en toda pureza 3 y que en estos días santos borren las negligencias del resto del año. 4 Lo cual cumpliremos dignamente si reprimimos todos los vicios y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia. 5 Por eso durante estos días impongámonos alguna cosa más a la tarea normal de nuestra servidumbre: oraciones especiales, abstinencia en la comida y en la bebida, 6 de suerte que cada uno, según su propia voluntad, ofrezca a Dios, con gozo del Espíritu Santo, algo por encima de la norma que se haya impuesto; 7 es decir, que prive a su cuerpo algo de la comida, de la bebida, del sueño, de las conversaciones y bromas y espere la santa Pascua con el gozo de un anhelo espiritual. 8 Pero esto que cada uno ofrece debe proponérselo a su abad para hacerlo con la ayuda de su oración y su conformidad, 9 pues aquello que se realiza sin el beneplácito del padre espiritual será considerado como presunción y vanagloria e indigno de recompensa; 10 por eso, todo debe hacerse con el consentimiento del abad.

Durante la cuaresma dedíquense a la lectura desde por la mañana hasta finalizar la hora tercera, y después trabajarán en lo que se les mandare hasta el final de la hora décima. 15 En esos días de cuaresma recibirá cada uno su códice de la Biblia, que leerán por su orden y enteramente; 16 estos códices se entregarán al principio de la cuaresma. 17 Y es muy necesario designar a uno o dos ancianos que recorran el monasterio durante las horas en que los hermanos están en la lectura. 18 Su misión es observar si algún hermano, llevado de la acedía, en vez de entregarse a la lectura, se da al ocio y a la charlatanería, con lo cual no sólo se perjudica a sí mismo, sino que distrae a los demás. 19 Si a alguien se le encuentra de esta manera, lo que ojalá no suceda, sea reprendido una y dos veces; 20 y, si no se enmienda, será sometido a la corrección que es de regla, para que los demás escarmienten. 21 Ningún hermano trate de nada con otro a horas indebidas. 22 Los domingos se ocuparán todos en la lectura, menos los que estén designados para algún servicio. 23 Pero a quien sea tan negligente y perezoso que no quiera o no pueda dedicarse a la meditatio o a la lectura, se le asignará alguna labor para que no esté desocupado. 24 A los hermanos enfermos o delicados se les encomendará una clase de trabajo mediante el cual ni estén ociosos ni el esfuerzo les agote o les haga desistir. 25 El abad tendrá en cuenta su debilidad.

 

Apartarnos de toda clase de vicios, darnos a la oración, a la lectura, a la compunción de corazón y a la abstinencia, es el programa de san Benito para la Cuaresma del monje.

Cuaresma es camino, camino hacia la Pascua; la vida del monje debería responder a una observancia cuaresmal, guardando la propia vida en toda su pureza, y eliminando nuestras negligencias. La Cuaresma se nos presenta como una oportunidad privilegiada para recuperar un ritmo perdido.

Nuestra vida no es un camino de perfección, sino un camino hacia la perfección. Ciertamente, nunca seremos perfectos, pues uno solo lo es, Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Nosotros, pecadores, procuramos hacer este camino, y este tiempo de preparación para la Pascua es un momento oportuno para levantarnos, quitarnos el polvo que se nos adhiere en el camino y continuar avanzando. San Benito nos propone unos buenos instrumentos que nos ayudan a levantarnos, con la imposición de algo más, como pueden ser las plegarias particulares, o la abstinencia en la comida y la bebida. Estas prácticas tienen sentido si las llevamos a cabo para ofrecerlas a Dios. San Benito sabe que hay riesgos, por lo cual añade que el objetivo es esperar la Pascua con una alegría plena de delicia espiritual, y huir de la presunción y la vanagloria.

Esto mismo nos recuerda el Evangelio según san Mateo cada Miércoles de Ceniza. Empecemos la Cuaresma escuchando que no debemos ayunar, orar o dar limosna para ser bien considerados, sino hacerlo en secreto, y Él sabe acerca de la rectitud de nuestro obrar.

La Cuaresma viene a ser el momento oportuno para resituarnos y hacer pequeños gestos, ponernos objetivos modestos, pero que nos ayuden a caminar con más diligencia hacia la vida eterna, hacia la Pascua definitiva.

Por ejemplo, si hago tarde al Oficio Divino, o no asisto a alguna parte del Oficio; si hablo cuando no toca, en el oratorio, el refectorio o después de Completas; si hago burla de un hermano que se equivoca en la lectura o en el servicio del altar o la mesa; en la atención a la lectura… estos y otros muchos momentos pueden ser ocasión de revisarnos y hace un camino más fiel en una conversión a las exigencias de la Regla. En definitiva, siempre será un recordar la enseñanza de san Benito de no anteponer nada a Cristo y de ver  a Cristo en los hermanos.

No se nos pide hacer grandes sacrificios. La búsqueda de la santidad en la vida monástica es la búsqueda de la santidad de la puerta de al lado, como dice el Papa Francisco. Y en este tiempo de camino a la Pascua, que es la Cuaresma, es un buen momento, privilegiado, para avanzar a través de las cosas sencillas, de las que no solemos preocuparnos o no ser conscientes. Todo para hacer posible el crecimiento de Cristo en nosotros, y disminuir nuestro ego. No se pide el esfuerzo violento de espiritualidades de otros tiempos, pero sí que precisamos vivirlo con convicción y con la esperanza de contar con la ayuda del Señor, a quien acudimos en la plegaria, en la lectura, en la compunción del corazón y en la abstinencia.

La lectura tiene un especial protagonismo cada año en el primer domingo de Cuaresma, una fiesta del libro creada por san Benito “avant la lettre”, muchos siglos antes de que esta tradición llegase al mundo secular en los años 20 del pasado siglo.

La lectura es el medio para entrar en contacto directo y personal con la Palabra de Dios, con el Magisterio de la Iglesia, de los Padres, y autores espirituales.  Son recursos, ayudas importantes, imprescindibles para que podamos vivir nuestra propia experiencia personal.

En nuestra vida de monjes, de cristianos, no es tan importante el día a día, sino también lo viene a ser el balance final que podamos hacer al presentarnos ante el Padre.

No decía el Papa Francisco en su mensaje `para esta Cuaresma:

“En este tiempo de cuaresma, acoger y vivir la verdad que se manifiesta en Cristo significa antes de nada, dejarse atrapar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación…. Esta verdad es Cristo mismo que asumiendo plenamente nuestra humanidad se hace camino -exigente, pero abierto a todos- que porta a la plenitud de la vida”. 

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