domingo, 1 de septiembre de 2019

CAPÍTULO 50 LOS HERMANOS QUE TRABAJAN LEJOS DEL ORATORIO O QUE SE HALLAN DE VIAJE


CAPÍTULO 50
LOS HERMANOS QUE TRABAJAN LEJOS DEL ORATORIO
O QUE SE HALLAN DE VIAJE

Los hermanos que trabajan muy lejos y no pueden acudir al oratorio a las horas debidas, 2 si el abad comprueba que es así en realidad, 3 celebren el oficio divino en el mismo lugar donde trabajan, arrodillándose con todo respeto delante de Dios. 4 Igualmente, los que son enviados de viaje, no omitan el rezo de las horas prescritas, sino que las celebrarán como les sea posible, y no sean negligentes en cumplir esta tarea de su prestación. 

Escribe Juan Casiano que “todo el edificio de las virtudes (se refiere a la tranquilidad inmóvil en la mente y a una inviolable pureza de alma) se levanta con la finalidad de llegar a la perfección de la plegaria. Si la plegaria no sostiene este edificio, ni sostiene todas las partes conjugables, uniéndolas entre sí, no podrá ser este edificio, firme y sólido, ni subsistir por mucho tiempo. Esta tranquilidad estable y esta plegaria continua de la que hablamos, no puede adquirirse sin estas virtudes, y estas virtudes, a la vez que son el fundamento, no se pueden alcanzar sin la plegaria”.

La plegaria, sea comunitaria o personal, es uno de los ejes, de los fundamentos de nuestra vida como monjes. San Benito insiste mucho en que no antepongamos nada, que cuando la campana toca dejemos lo que estamos haciendo, para acudir diligentes al oficio divino, al encuentro del Señor. En este capítulo nos dice que incluso si estamos lejos por un motivo laboral justificado, o si hemos sido enviados de viaje, no debemos olvidar nunca la plegaria, y hacerla lo mejor que podamos allí donde estemos, siendo diligentes en esta tarea como siervos del Señor que somos. 

Todos, un momento u otro, hemos hecho la experiencia de hacer el Oficio divino en el coche, en un área de servicio, en el tren…; es un momento de comunión con Dios y con nuestra comunidad de la que estamos ausentes. Realizarlo es dedicar la jornada a Dios, sea donde sea y hagamos lo que hagamos. Notemos que san Benito insiste en que los ausentes por el trabajo tienen un impedimento justificado para acudir al oratorio, reconocido, además, por el superior, y los que están de viaje han sido enviados, no están ausentes por iniciativa propia, por lo que no debe estar ausente el rezo del oficio.

La plegaria nos acerca a Dios, nos centra en él. La presencia de Dios en nuestra vida no nos debe parecer algo fuera de nuestro alcance. Lo podemos hacer presente en la vida de cada día en el oficio divino, en la lectio, en el trabajo, en todas y cada una de nuestras actividades diarias y sobre todo, de manera fundamental, en la Eucaristía. 

Una vida centrada en Cristo y al servicio de Cristo. Somos monjes no a tiempo parcial, sino full time, a toda la jornada hasta el final, que no es un final sino el comienzo de la verdadera vida en Cristo. No es una tarea fácil, y quizás menos hoy en nuestra sociedad concreta. La Iglesia, las comunidades, no son ajenas a nuestro entorno, y por lo tanto llevamos también con nosotros los “defectos de fábrica” de la sociedad a la que pertenecemos.

Así observamos como la Iglesia se ve movida por los impulsos no siempre positivos, que mueven el mundo. También la afectan la descalificación o el insulto en su interior; con respeto al Santo Padre o al Colegio Episcopal. Siempre se puede discrepar, tener opiniones distintas, pero esto no obsta para mantener un mínimo de fidelidad en nuestra vida eclesial.

Debemos tener presente que somos monjes cuando expresamos nuestras opiniones personales, y que estamos inmersos dentro de una tradición que viene de Cristo y que se encamina hacia él.
Así se expresaba el Papa Francisco el día de Pentecostés:

“En lugar de buscar el Espíritu tratamos de buscar, de mantenernos a flote, pensando que todo irá mejor si se acaba este problema, si no veo a aquella persona, si se mejora esta situación. Pero esto es permanecer en la superficie: una vez que acaba el problema nos vendrá otro y volverá la inquietud. El camino para tener tranquilidad no está en alejarnos de los que piensan distinto a nosotros. El punto de inflexión es la paz de Jesucristo, es la armonía del Espíritu… Está de moda, lamentablemente, insultar. Podemos decir que vivimos en una cultura del adjetivo del insulto, que es la primera respuesta a una opinión que no comparto…. Después tomamos conciencia de que hace mal tanto al que es insultado como al que insulta. Volviendo mal por mal, pasando víctimas a verdugos, no se vive bien. Para ser espirituales, para encontrar la armonía del Espíritu hemos de poner su mirada sobre la nuestra. Entonces todo cambia y con la ayuda del Espíritu la Iglesia es el Pueblo santo de Dios” (9 de Junio de 2019)

A alcanzar este objetivo nos ayuda la plegaria, la centralidad de Cristo en nuestra vida y la escucha atenta de su Palabra. San Benito nos invita hoy a no olvidarlo ni despreciarlo nunca, ni de viaje, ni lejos del monasterio por el motivo que sea. La fidelidad a la plegaria es el indicador más fiable de la fidelidad a nuestra vida de monjes, de nuestra fidelidad a Cristo.

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