domingo, 1 de diciembre de 2019

CAPÍTULO 48,10-13 EL TRABAJO MANUAL DE CADA DIA: LOS DIAS DE CUARESMA


CAPÍTULO 48,10-13
EL TRABAJO MANUAL DE CADA DIA:
LOS DIAS DE CUARESMA

Desde las calendas de octubre hasta la cuaresma se dedicarán a la lectura hasta el final de la segunda hora. 11 Entonces, se celebrará el oficio de tercia y se ocuparán todos en el trabajo que se les asigne hasta la hora de nona. 12 Al primer toque para el oficio de nona dejarán sus quehaceres para estar a punto cuando suene la segunda señal. 13 Después de comer se ocuparán en sus lecturas o en los salmos. 

La tradición monástica más antigua preveía la lectura o la plegaria personal hasta la hora de Tercia, durante todo el año. Sea por razones geográficas y de clima, o por adecuación del trabajo, se fue modificando esta costumbre, para quedar distribuido con una diferente disposición a lo largo del año litúrgico, destacando, como nos dice san Benito, los tiempos fuertes, como con el ejemplo de Cuaresma.

Se trata de alternar en nuestra plegaria comunitaria, la plegaria personal, el contacto con la Palabra, el trabajo y el descanso; una vida equilibrada, con un tiempo ordenado donde no haya que pensar demasiado lo que corresponde hacer en cada momento, para centrarnos en cada actividad, de hacer lo que toca, y hacerlo bien y con plena conciencia, como si la campana que nos avisa fuera la voz de Dios que nos llama a una u otra actividad.

Otro aspecto que destaca san Benito es la relación de la plegaria con el trabajo, ambos se van alternando, y la plegaria inicia y concluye el tiempo de trabajo, como un refuerzo en el sentido de dedicar toda nuestra actividad a Dios. Un tercer aspecto de este capítulo, referido al trabajo, son las fechas. La actual fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, como el inicio de un tiempo fuerte, centrado en la historia de la salvación, y que tiene el misterio pascual como centro en un in crecendo que nos llevará a la gran fiesta de las fiestas, la Pascua. En nuestra vida, en su ordenación, hay poco espacio para la casualidad, todo está ordenado. De nuevo nos muestra san Benito dándonos con su Regla su propia experiencia y llega a la conclusión de que es mejor seguir un ordenamiento que no dejar las cosas a la improvisación.

San Benito es siempre muy práctico, y ecologista. De acuerdo con un aprovechamiento de la luz solar, establece que al otoño y el invierno hay un ordenamiento concreto. Los monjes han de dedicar las primeras horas de la mañana a la lectura, hasta el final de la hora segunda, que, calculando el solsticio de invierno con la salida del sol, mucho más tarde habría de corresponder al actual dos cuartos de nueve. Después se celebraba Tercia, y luego un tiempo largo hasta Nona, sobre las dos de mediodía, hora solar. Aquí solo se habla de dos señales para el Oficio Divino, pero se puede suponer que siempre había dos señales para llamar a los monjes a la oración y al trabajo. Como aparece en el capítulo XLI (RB 41,6), en este periodo del año, los monjes solo comían después de Nona, y no había siesta, reservada para el verano. Por tanto, después de la comida se retomaba la lectura o el estudio de los salmos, con el objetivo de recordar de memoria todo el Salterio, a fuerza de recitarlo. La lectura duraba hasta las Vísperas y ya de noche la reunión comunitaria de los monjes con la lectura de la Colación y las Completas, que establece el Capítulo XLII (RB 42,5). En una palabra, vemos un horario no muy diferente del que seguimos hoy en nuestros monasterios.

El hecho mismo de vivir bajo una Regla, con un orden que nos permite simultanear trabajo y plegaria nos ahorra preocupaciones. A veces queremos personalizar nuestra vida interior y comunitaria, manipular nuestro trato con el Señor, y solemos confundir la autenticidad con la espontaneidad. En la medida en que seamos capaces de vivir este orden, este plan de plegaria, de lectura y de trabajo, seremos capaces de convertir toda nuestra vida en plegaria, ofreciéndola al Señor, pidiéndole ayuda, sin perder nunca de vista que estamos siempre en presencia de Dios. Cuando se vive así, se vive en plenitud una vida equilibrada.

La plegaria y el trabajo son indispensables para el monje. La plegaria ha de ser como el aire que respiramos; sin ella perdemos un punto esencial de la nuestra vida. Si desfallecemos, si no llegamos a completar a lo largo de nuestra jornada algo importante de nuestra vida espiritual, quedamos “tocados” con consecuencias imprevisibles que nos pueden llevar a la murmuración, de ser ocasión de tropiezo para los demás… Entonces, acabamos centrándonos en nosotros mismos, de manera que lleguemos a sentirnos molestos con los demás hermanos de comunidad, hasta que tomamos conciencia, quizás demasiado tarde, del mal que hemos hecho, y que somos nosotros quienes no estamos bien, al perder el equilibrio de nuestra vida espiritual. Como escribe san Gregorio Nazianceno, no hemos sabido conservar la imagen divina que hemos recibido. Sin embargo, si no trabajamos también cojeamos, porque, como dice san Benito al inicio de este capítulo, la ociosidad es enemiga del alma.

Contemplamos aquí bien establecido el ritmo de ora et labora. Este lema de la Regla, y per extensión de la vida benedictina, que no aparece escrito en ningún lugar de la Regla de manera explícita, pero resume muy bien todo el texto.

Dos aspectos complementarios con un tercer elemento fundamental: la lectura, el contacto diario, regular, con la Palabra de Dios y de los Padres de la Iglesia. Una estructura horaria, un ordenamiento de la jornada pensado para ayudarnos a vivir centrados en la búsqueda de Cristo, orando, trabajando y meditando la Palabra, y evitando así de caer en la acedía, en el aburrimiento espiritual. Dios no lo quiera.



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