domingo, 26 de febrero de 2023

CAPITULO 48,14-25 – 49,1-10, LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA

 

 

CAPITULO 48,14-25 – 49,1-10

LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA

Durante la cuaresma dedíquense a la lectura desde por la mañana hasta finalizar la hora tercera, y después trabajarán en lo que se les mandare hasta el final de la hora décima. 15 En esos días de cuaresma recibirá cada uno su códice de la Biblia, que leerán por su orden y enteramente; 16 estos códices se entregarán al principio de la cuaresma. 17 Y es muy necesario designar a uno o dos ancianos que recorran el monasterio durante las horas en que los hermanos están en la lectura. 18 Su misión es observar si algún hermano, llevado de la acedía, en vez de entregarse a la lectura, se da al ocio y a la charlatanería, con lo cual no sólo se perjudica a sí mismo, sino que distrae a los demás. 19  Si a alguien se le encuentra de esta manera, lo que ojalá no suceda, sea reprendido una y dos veces; 20 y, si no se enmienda, será sometido a la corrección que es de regla, para que los demás escarmienten. 21 Ningún hermano trate de nada con otro a horas indebidas. 22 Los domingos se ocuparán todos en la lectura, menos los que estén designados para algún servicio. 23 Pero a quien sea tan negligente y perezoso que no quiera o no pueda dedicarse a la meditatio o a la lectura, se le asignará alguna labor para que no esté desocupado.24 A los hermanos enfermos o delicados se les encomendará una clase de trabajo mediante el cual ni estén. ociosos ni el esfuerzo les agote o les haga desistir. 25 El abad tendrá en cuenta su debilidad.

Aunque de suyo la vida del monje debería ser en todo tiempo una observancia cuaresmal, 2 no obstante, ya que son pocos los que tienen esa virtud, recomendamos que durante los días de cuaresma todos juntos lleven una vida íntegra en toda pureza 3 y que en estos días santos borren las negligencias del resto del año. 4 Lo cual cumpliremos dignamente si reprimimos todos los vicios y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia. 5 Por eso durante estos días impongámonos alguna cosa más a la tarea normal de nuestra servidumbre: oraciones especiales, abstinencia en la comida y en la bebida, 6 de suerte que cada uno, según su propia voluntad, ofrezca a Dios, con gozo del Espíritu Santo, algo por encima de la norma que se haya impuesto; 7 es decir, que prive a su cuerpo algo de la comida, de la bebida, del sueño, de las conversaciones y bromas y espere la santa Pascua con el gozo de un anhelo espiritual. 8 Pero esto que cada uno ofrece debe proponérselo a su abad para hacerlo con la ayuda de su oración y su conformidad, 9 pues aquello que se realiza sin el beneplácito del padre espiritual será considerado como presunción y vanagloria e indigno de recompensa; 10 por eso, todo debe hacerse con el consentimiento del abad.

Toda la vida del monje debería ser una Cuaresma, toda ella una preparación para la Pascua, un camino hacia la Pascua. En este camino, la plegaria, el trabajo y la lectura son fundamentales. San Benito desea que el tiempo cuaresmal lo vivamos de una manera más intensa, no solo como preparación a la Pascua, centro de nuestra vida de fe, sino como un tiempo privilegiado, un tiempo fuerte, para recuperar lo que se haya perdido en el resto del año.En una sociedad donde domina el culto al cuerpo, la ascesis cristiana lo tiene más bien como un instrumento, un medio para llegar a Aquel que es todo en todos. En el fondo se trata de no anteponer nada a Cristo.

En esta preparación de la Pascua tiene un lugar importante la lectura, y esto en un tiempo y en una sociedad donde era alto el analfabetismo. Pero san Benito piensa que, así como nuestra vida es todo un caminar hacia la Pascua, también ha de ser un periodo de formación, adquiriendo unos conocimientos que nos faciliten orientarnos a Cristo, caminar hacia Él.

¿Qué representa la lectura en nuestra vida? ¿qué leemos o escuchamos? Como todo, debemos hacerlo con medida, y a su tiempo, pues si buscamos “mi tiempo”, y con ello pierdo horas de dormir y las lecturas de comunidad, estoy realizando una muy mala lectura.

San Benito, cuando nos habla de las horas que nos hemos de dedicar a la lectura, y para que no caigamos en la tentación, establece que uno o dos ancianos hagan la ronda para evitar que pasemos el tiempo sin hacer nada, víctimas de la pereza, o molestemos a otros. Parece que san Benito es partidario de que esta lectura se haga en soledad, sin juntarnos a otros- Puede suceder que alguna visita u otra circunstancia pueda traernos una situación que nos impida la lectura, pero normalmente debemos ser serios de pedir que se respete nuestro horario monástico.

En este tiempo de Cuaresma, quizás nos podemos imponer algo más en nuestras tareas acostumbradas de servicio. Si lo planteamos como limitación a nuestra libertad siempre será molestia cumplir nuestro horario, seguir el ritmo rutinario de la jornada, pero si ponemos atención a qué dedicamos nuestra vida no debería hacérsenos pesado el querer estar junto a Él cada momento. Pues la lectura no es otra cosa que la ocasión de profundizar en el misterio de Cristo y en nuestro camino de acercarnos a él.

También nos invita san Benito a leer libros por orden y enteros. Un libro, una obra literaria suele estar pensada como un todo, y aunque pueden interesarnos aspectos concretos de una obra concreta en determinadas circunstancias, lo normal es leer toda la obra. Para discernir, Dios nos ha dado el juicio y escuchar opiniones que no compartimos del todo o en parte, y nos puede ayudar a afirmarnos, contemplando la mucha, escasa o nula solidez de otros argumentos. Quien no puede escuchar una opinión diferente a la suya al final puede acabar por mostrar su propia inseguridad personal o debilidad doctrinal.

San Benito quiere que vayamos creciendo, avanzando hacia el Señor, discerniendo lo que nos ayuda o entorpece para ello. Y en esto, la lectura tiene un lugar importante. Primeramente, la lectura de la Palabra de Dios, la Lectio, y también el refectorio, con los estudios exegéticos que nos ayudan a profundizar. Tenemos también el Magisterio de la Iglesia, los Santos Padres, así como la teología, especialmente la espiritual y la monástica. Vienen a ser nuestras fuentes.

A todos nos suenan las fuentes de las que san Benito bebió, e incluso las cita:  la Escritura las Colaciones de los Padres, las Instituciones, otras reglas, como la de san Basilio.

¿Para qué leemos? Leemos para alimentar nuestra vida, para que nos ayude en nuestra vida espiritual. Escribía Benedicto XVI:“El cristianismo no es solo una “buena noticia”, una comunicación de contenidos desconocidos hasta aquel momento. En nuestro lenguaje se diría: el mensaje cristiano no es solamente “informativo”, sino “performativo”. Esto significa que el Evangelio no es solo una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta unos hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera se le ha dado una vida nueva” (Spes salvi, 2)

Con este espíritu de conversión leemos pues esta Cuaresma el libro elegido, por orden, todo entero, durante las horas que debemos dedicar a la lectura, y que sea de provecho para nuestra vida espiritual.

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