domingo, 30 de mayo de 2021

CAPÍTULO 50 LOS HERMANOS QUE TRABAJAN LEJOS DEL ORATORIO O ESTÁN DE VIAJE

 

CAPÍTULO 50

LOS HERMANOS QUE TRABAJAN LEJOS DEL ORATORIO

O ESTÁN DE VIAJE

Los hermanos que trabajan muy lejos y no pueden acudir al oratorio a las horas debidas, 2 si el abad comprueba que es así en realidad, 3 celebren el oficio divino en el mismo lugar donde trabajan, arrodillándose con todo respeto delante de Dios. 4 Igualmente, los que son enviados de viaje, no omitan el rezo de las horas prescritas, sino que las celebrarán como les sea posible, y no sean negligentes en cumplir esta tarea de su prestación.

La plegaria tiene un papel fundamental en la vida de todo cristiano, afirma el Papa Francisco en sus catequesis sobre la plegaria. Y esto todavía es más importante en la vida de todo consagrado.

La plegaria en la vida monástica tiene una doble vertiente; comunitaria y personal, que no debemos descuidar.

San Benito nos enseña que no debemos anteponer nada al Oficio Divino, pero también nos habla de orar en el oratorio, no con voz fuerte, sino con lágrimas y efusión del corazón, es decir, no de cara a la galería, sino, como todo lo que hacemos, con humildad.

La plegaria, con la lectura de la Escritura prepara nuestra ánima para poder vivir como monjes, pues no se concibe el monje sin plegaria. De la plegaria nace la humildad, de la plegaria nace la obediencia y en la plegaria arraiga la conversión de costumbres. Esto rige para cada uno de los días de nuestra vida, y también si tenemos el trabajo lejos del monasterio o estamos de viaje. En estas ocasiones, a menudo la plegaria personal y el Oficio Divino se funden en una sola plegaria que nos ha de permitir seguir las horas prescritas, siempre con respecto ante Dios. A menudo, quizás esto no sea fácil, en cuanto a encontrar un momento oportuno en medio de otro ritmo de vida y otros espacios fuera del monasterio. En estas ocasiones, necesitamos hacernos con un espacio y un tiempo que nos permita un cierto recogimiento.

Escribe Luis Bouyer, que la plegaria es el trabajo del monje, su reposo… es toda la vida del monje. Por esto, incluso estando lejos, o de viaje, no podemos prescindir, pues la necesitamos para vivir espiritualmente. Sin ella, en nuestro día a día, sobre todo en los momentos de turbación, la plegaria es como un oasis para restablecernos, también estando lejos o de viaje debe ser lo mismo, a la vez que un momento de comunión con el resto de la comunidad que permanece en el monasterio.

¿Cómo mantener esta comunión con el Señor y con la comunidad en circunstancias menos favorables?

Cuesta orar en medio del mundo, cuando el mundo, como escribe Bouyer, parece creado para provocar la ausencia de Dios, y la ausencia paralela de nosotros mismos, de lo más profundo de nuestra vida.

El privilegio de la vida del monje es la posibilidad de una vida arraigada en la profundidad de la imagen de Dios que es, al fin y al cabo, una vida en Dios y para Dios.

Para mantener esta relación personal del monje con Dios es preciso acudir a la plegaria, dentro y fuera del monasterio.

Quizás hemos experimentado que orando en el mundo, podemos sentir que oramos por él con más intensidad, pues en el momento de nuestra plegaria podemos tener delante  nuestro los rostros concretos de la gente, ya que nuestra misión abarca también la plegaria por los demás, y es un buen momento en nuestra lejanía del monasterio, insertarnos en la vida del mundo con nuestra plegaria y la contemplación de sus vidas concretas, con su rostros, sus preocupaciones…

La plegaria, pues, tiene múltiples aplicaciones, aunque muchos no usarían los términos de “aplicaciones” o “utilidades” pues son muchos los que la creen innecesaria.

No obstante, por estos debemos orar más intensamente, para que descubran a Dios y la manera de comunicarse con él mediante la plegaria.

Si una persona abraza la vida consagrada sin la necesidad interior de una relación íntima con Dios se equivoca de raíz. Lo cual no quiere decir que todos tengan el mismo grado o la misma manera de orar personalmente, pero sí está claro, que si venimos al monasterio a buscar a Dios no podemos rechazar de estar en contacto con la plegaria, pues, de lo contario, sería una contradicción que afectaría a nuestra vocación. Puede haber momentos de dificultad que debemos esforzarnos en vencer.

Como escribe Agustín Roberts del monasterio Azul, la ausencia habitual y continua del Oficio de quien tiene la obligación, va contra uno de nuestros deberes fundamentales, ya que nos hemos comprometido a una vida de plegaria y de alabanza.

A un Padre del Desierto le preguntaron cuál era la virtud más laboriosa en la vida monástica, y respondió que, sin duda, orar a Dios, pues nada más ponernos a realizarla vienen los demonios con sus distracciones.

Por eso, no podemos perder el hábito, ni en el monasterio, o fuera de él, aunque nos cueste encontrar el momento, para llevar a cabo este compromiso de la plegaria.

 

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